Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
Publicado también en Café Hispano (Spectrum)
Según informa la Red de Noticias Adventistas (RNA), en la Conferencia de
Educación de Liderazgo y Desarrollo (LEAD), que inauguró oficialmente el
Concilio Anual del Consejo de la Comisión Ejecutiva de la Iglesia Adventista
en Silver Spring (Maryland, EEUU), se contó con la participación de Gary Hamel, reputado experto en
estrategia empresarial.
Por un lado las personalidades que vienen del mundo de las
multinacionales, empresas que inevitablemente están implicadas en prácticas
turbias, no me suscitan mucha confianza (la noticia cita a Google, ese
instrumento de control social puesto al servicio de las agencias de
espionaje; además, según Wikipedia,
Hamel hizo un informe favorable sobre Enron, lo cual quizá influyera en que,
por lo visto, su reconocimiento internacional haya mermado desde que en 2008
fuera clasificado como uno de los expertos más influyentes).
Por otro lado,
pienso que estos grandes gurús, que
manejan tanta información y que cuentan con tanta experiencia, pueden aportar ideas muy interesantes. En
Abierto por reformas Daniel Bosqued ofrecía interesantes aplicaciones para la
iglesia tomadas del mundo de las grandes empresas.
En estos tiempos de
crisis económica y reestructuración en la Unión Adventista Española, algunas frases de Hamel parecen
pronunciadas pensando en nuestros dirigentes nacionales: «El ritmo
de cambio es en último término cuestión de saber cuánta experimentación se está produciendo dentro de la organización»,
dijo. «La tarea de cada líder es asegurarse de que el cambio siempre entusiasme más que no hacer nada». Esta idea
resulta esencial para una iglesia de más de siglo y medio, que va adquiriendo
un volumen mastodóntico que frena cualquier posible cambio. El centro del
mensaje que portamos es revolucionario porque está vivo, pues «no adoramos la tradición, sino que adoramos
un Señor resucitado», según Hamel.
De acuerdo con la
noticia, «Hamel dijo que aunque la iglesia está comprometida con la redención,
la renovación y la reconciliación, hay momentos en los que los programas, los reglamentos o las prácticas establecidos oscurecen
el mensaje central. “La única manera de saber si uno está realmente
comprometido es si está dispuesto a sacrificar algunos de esos hábitos, algunas
de esas estructuras», en favor de los compromisos fundamentales. Un sabio consejo
que todo dirigente debería tener en mente al administrar la iglesia: ¿Estoy
sacrificando principios del evangelio en aras del continuismo y la tradición?
¿Estoy sacrificando a las personas, a los hermanos, con tal de no introducir
ningún cambio?
Café Hispano (Spectrum) ofrece otras palabras pronunciadas por Hamel en el mismo
acto: «“¿Cómo convertirse en un campeón de la renovación?”, se preguntó. Cinco
puntos aparecieron en la pantalla: “ser honesto, cuestionar los hábitos, legitimar la disensión, aprender de la periferia e imaginar lo
inimaginable”.»
Cuando uno observa la forma en que los administradores de la Unión Adventista Española han
gestionado la iglesia en los últimos años, no puede evitar pensar que ojalá
un Hamel, o simplemente alguien con un mínimo conocimiento sobre gestión de
recursos humanos, les hubiera asesorado (también me pregunto: ¿le habrían hecho
caso?). En 2007 se creó una comisión de viabilidad para afrontar la supuesta crisis de la editorial Safeliz, comisión formada irregularmente que
incluía a personas con graves conflictos
de intereses respecto a los problemas que se venían arrastrando desde que había
tenido lugar una estafa en años previos. La comisión presentó un informe nada
riguroso, que se aprobó precipitadamente y sin atender a ninguno de los
argumentos y refutaciones de los consejeros críticos, y el proceso culminó en
2008 con el despido improcedente de
siete personas, seis de las cuales eran precisamente aquellas
que habían levantado su voz contra las
irregularidades (ello llevó a la dimisión de dos consejeros laicos de Safeliz).
Posteriormente se contrató a personal
nuevo. En 2012, tal y como algunos habían anunciado en privado que ocurriría,
se depuró al empleado más abiertamente crítico que
aún quedaba, para ser sustituido por otra persona. Todo este proceso supuso un altísimo coste en indemnizaciones. Así es
como nuestros dirigentes “legitiman la disensión”: expulsando a los que aportan
ideas diferentes y premiando a los sumisos. Hay más casos recientes de
depuración ideológica.
Según la RNA,
G. T. Ng, secretario ejecutivo de la Iglesia Adventista
mundial, dijo en el acto de Silver Spring: «La iglesia en sus diferentes
niveles podría hacer más para superar la inercia al cambio en términos de
metodologías, para maximizar el uso de la tecnología, para mantenerse al ritmo
de un mundo de rápidos cambios». Y añadió: «Acaso podríamos mejorar la tarea misionera si quitamos o reducimos la
burocracia. En la
Secretaría, ya hemos dado pasos en ese sentido. Un buen
ejemplo es la División
del Pacífico Sur, que ha hecho recortes para dedicar más fondos a la misión.»
Precisamente estos días el Consejo de la Unión Adventista Española (UAE)
está preparando drásticos recortes, invocando la grave situación financiera
en que nos encontramos. Ante tal panorama, cabe preguntarse si el descenso de
aportaciones por diezmos sólo se deberá a la crisis económica, o si también
habrán influido la retención de diezmos y el desvío de los mismos a programas que los
hermanos entienden que realmente se
dedican a predicar el evangelio, siguiendo el principio que enfatiza el hermano
Ng: más misión, menos burocracia.
En este contexto,
resulta chocante que uno de los últimos vídeos
de la serie “Una iglesia para todos” del Centro de Producciones Multimedia de la UAE, titulado “El desafío”, represente la situación de un creyente que es
despedido de su trabajo; el pobre hombre se aferra a Dios y finalmente es
restituido en su puesto laboral. Sin duda los realizadores lo han preparado con
la mejor intención, pero en estos momentos la historia suena a sarcasmo crudo. Para colmo uno de los actores, que en el
vídeo representa a un jefe íntegro y justo, en la vida real ha promovido
despidos de empleados totalmente irregulares en al menos dos
instituciones de la iglesia. Algo
similar hubo que aguantar cuando, poco después de mandar al paro a varios
empleados de Safeliz, el presidente de la Unión publicó un artículo en la Revista Adventista titulado “El
paro, un despertador”, en el que defendía que el drama de perder el trabajo
puede resultar estimulante espiritualmente (algunas de las personas despedidas
en 2007 no han conseguido trabajo todavía…).
Aunque, pese a las promesas de transparencia, el secretismo con que se lleva estos asuntos es casi
total (de modo que el fiel de a pie apenas llega a enterarse), habrá que hacer
lo posible por estar atentos a las medidas que toman los administradores. Atendiendo
a lo expresado en el Concilio Anual, ¿se
harán recortes en burocracia para atender preferentemente a la misión? Cuesta
creer que sea así, cuando se acaba de comprar
una nueva sede para las oficinas de la
UAE en un edificio de alto nivel (ver foto) y costosa de
mantener (otra medida de la que no
se ha comunicado nada a las iglesias ni a los miembros). Es cierto que había
que salir de la vieja sede, pues la normativa no permite el uso para oficinas
del local de la iglesia de Alenza; pero, según tengo entendido, en algunas uniones del norte de Europa los directores
de departamentos (o algunos de ellos) son a la vez pastores de iglesias locales,
y ejercen su función desde sus hogares, ahorrándose así muchos recursos y, ante
todo, evitando que se cree una casta funcionarial cuya actividad se acaba
centrando, en gran medida, en la permanencia en sus puestos. Medidas de este tipo reducirían
considerablemente el espacio necesario para la sede central. Ante una situación
crítica como la actual (se habla de cierre de iglesias, despido de pastores y
empleados…), ¿no debería la UAE
avanzar hacia un modelo menos burocrático y más dinámico, acorde con el
espíritu de la iglesia primitiva? ¿Servirá la dramática situación actual para
un replanteamiento de este tipo?
Otra pregunta
ineludible: ¿Afectarán los recortes que
se están preparando a empleados y pastores, mientras los administradores que
nos han traído hasta esta situación (y quienes les han asesorado) seguirán en sus
puestos, y además cobrando sueldos elevados?
Volviendo al principio, una reflexión más: ¿Por qué nuestros dirigentes siempre buscan
asesoramiento del entorno de las finanzas, y no de personas de los movimientos
sociales, como por ejemplo Ada Colau?
Si está bien que los dirigentes sigan los (buenos) consejos de un gurú que
alabó la situación de Enron cuando la empresa ya estaba hundida de facto, ¿por
qué no pueden seguir los de una mujer que se ha distinguido por la defensa
pacífica y pluralista (apartidista) de las personas más desfavorecidas,
consiguiendo éxitos indudables (incluidos muchos desahucios paralizados), a
pesar de la enorme resistencia del Poder? Alguien como Colau podría ofrecer muy
buenos consejos tanto tácticos como estratégicos sobre cómo aunar voluntades,
ser fieles a los principios, ejercer el autocontrol en la lucha o, como propone
Hamel, “legitimar la disensión”, “aprender de la periferia” e “imaginar lo inimaginable”.
Oremos y actuemos para que en el Consejo de la Unión prevalezca la
sabiduría del Señor, y se puedan aprobar medidas que, en lugar de hundir cada
vez más a la iglesia-institución, favorezcan la renovación necesaria.
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