Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
Publicado también en Café
Hispano (Spectrum)
El pasado mes de mayo de 2014 se celebró en Friedensau
(Alemania) un simposio sobre la posición de la Iglesia Adventista
ante la Primera Guerra
Mundial, de cuyo inicio se cumplen cien años. En 1914 los dirigentes
adventistas alemanes recomendaron a los miembros que se alistaran en el
ejército para defender a su patria, sirviendo incluso en sábado. Algunos
miembros protestaron por la desviación en los principios doctrinales y morales que
suponía esta posición de los dirigentes. Finalmente, se separaron formando el Movimiento
de Reforma Adventista del Séptimo Día. En Friedensau, ante unos asistentes que
incluían una quincena de representantes de la Iglesia Adventista
de la Reforma,
los presidentes de dos asociaciones alemanas leyeron una declaración en la que piden perdón
por la posición mantenida por la iglesia cien años antes.
Se pueden leer resúmenes del encuentro de Friedensau en tres
artículos de Charles Scriven en Spectrum:
Convicción y desviación moral: guerra en la historia del adventismo, Haciendo frente a la guerra: historias, dilemas y un paso hacia adelante y Guerra, virtud y la búsqueda de un nuevo adventismo; además Helen Pearson ofrece una
Reflexión final desde Friedensau. La Adventist Review
también resume el encuentro.
Por mi parte, aportaré algunas conclusiones más, que
considero necesarias a la luz del estudio de este episodio de nuestra historia:
1. Hay ocasiones en
que los dirigentes de la iglesia se equivocan; no sólo cometiendo errores,
sino también pecando en el ejercicio
de su responsabilidad. 1914 es un claro ejemplo de ello.
2. A
veces se tarda cien años en reconocer un error. Sorprende que tenga que
pasar tanto tiempo para que oficialmente se rectifique una posición. En
principio se podría pensar que una vez fallecidos los responsables, a la
siguiente generación le resultaría relativamente fácil afrontar los errores. Creo
que un factor decisivo de este retraso es que a los dirigentes les cuesta mucho
admitir que otros dirigentes de cualquier otra época pecaron, pues ello implica
reconocer ante la iglesia que ellos también se pueden estar equivocando en
algún punto importante.
3. Sólo reconociendo
los errores evitaremos volver a cometerlos. Como dice David Trim,
responsable de Archivos, Estadísticas e Investigación en la sede central de
nuestra iglesia, «cuando Dios le pide a su pueblo que recuerde su historia
(cosa que hace una y otra vez), él quiere que recuerde sus fracasos junto con
sus triunfos». Según él, «Elena White explica que la Biblia cuenta lo bueno y lo
malo de una persona. Nosotros no lo hacemos. Solemos escribir de los pioneros
de la misma manera en que los católicos escriben sobre María y los santos
medievales». Señala que «parece que tenemos miedo porque pensamos que si tienen
fallas, la iglesia se ve desacreditada. Pero la iglesia es más grande que
cualquier individuo». Y añade: «Si pretendemos que todo es absolutamente
brillante, la verdad es que vamos a repetir los errores. Y eso hará también que
dejemos de hacer lo que estábamos haciendo bien. Por ejemplo, los primeros
misioneros adventistas recibieron instrucción para adaptarse a las diversas
culturas, un concepto que tuvo que ser reinstaurado por completo en la década
de 1980 porque había sido olvidado» (ANN,
28-07-2011, en Ojo Adventista, 24-08-2011).
4. ¿En qué estamos
pecando como iglesia hoy? En mis artículos Adventistas ante la guerra y la paz y La Iglesia Adventista y los derechos humanos expongo algunas situaciones recientes
o actuales en las que nuestra posición oficial no está a la altura ética
esperable. ¿Tendrán que pasar cien años para que rectifiquemos?
5. Todavía más grave
que la actitud de nuestra iglesia en Alemania en la Primera Guerra
Mundial, fue su posición bajo el nazismo y durante la Segunda Guerra
Mundial. En 2005, con setenta años de retraso, los dirigentes adventistas
de Alemania y Austria publicaron una declaración oficial lamentando esos
terribles hechos; pero esta resulta excesivamente tibia e insuficiente, como se
analiza en el blog En Las Catacumbas.
6. Disociar la
profecía de la ética es un grave error. Algunas posiciones de nuestra
iglesia ante determinadas situaciones sociales y políticas están condicionadas
por una visión estrecha de las profecías sobre el tiempo del fin. En concreto,
muchos se centran tanto en la persecución que creemos que los observadores del
sábado sufriremos antes de la venida de Cristo, que sólo son capaces de
alarmarse ante los posibles signos que anuncian una ley dominical; mientras
tanto, se insensibilizan hacia las agresiones a los derechos básicos que otros colectivos
puedan estar soportando. Estamos preparados para sufrir persecución por el
sábado, pero no por otras causas, ni por otras personas. Precisamente profecías
como las de Apocalipsis 13 y Apocalipsis 17 nos advierten sobre la naturaleza
diabólica de ciertos poderes terrenales, a los que debemos plantar cara como
cristianos. Es imprescindible recuperar un enfoque ético en nuestro análisis de
la actualidad. Todos deberíamos reflexionar en el famoso poema de Martin Niemöller,
“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas”.
7. ¿Colamos el
mosquito y tragamos el camello? Resulta chocante comprobar que en época de
guerra hay adventistas que tienen problemas de conciencia por tener que hacer
la guerra en sábado, pero no por tomar las armas en sí. Pueden soportar
heroicamente las consecuencias de no movilizarse en el día del Señor, pero
cualquier otro día de la semana pueden acudir armados al campo de batalla.
Pueden llegar a matar a otras personas, encontrando en la Biblia mil “argumentos” que
justifiquen el hacerlo en tiempo de guerra. Como se ha visto en Friedensau, es
imprescindible que como iglesia volvamos a nuestras raíces no combatientes y no
violentas (ver El cristiano y la guerra, de G. Stéveny).
8. Cuando los
dirigentes pecan, no hay que abandonar la iglesia. Es cierto que algunos
adventistas reformistas fueron expulsados de sus iglesias; pero también lo es
que finalmente organizaron otra iglesia, que a su vez ha experimentado
escisiones. Además, la deriva doctrinal de este movimiento lo condujo a ciertas
posiciones extremistas (véase el libro El
movimiento reformista, de Helmut Kramer, publicado por APIA). La escisión
no fue muy fructífera… Cuando estemos convencidos de que una causa es la
correcta, aunque los dirigentes del momento estén equivocados, lo mejor es
defenderla dentro de la iglesia, difundirla, proponerla, exponerla al diálogo y
el debate, manteniendo la esperanza de que algún día se reconozca esa causa.
Aunque sea dentro de cien años…
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