jueves, 24 de febrero de 2011

“Relihoaxes” (1): La NASA y la Biblia

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/
Publicado también en Café Hispano (Spectrum)



Los rumores siempre han existido. Algunos de ellos están tan difundidos que hoy en día muchos dan por verdaderas supuestas informaciones que en realidad no podemos saber hasta qué punto son ciertas o no. En muchos casos, simplemente analizando su contenido y la (falta de) lógica interna, podemos concluir que algunas de estas historias son falsas. Siguiendo su rastro también se puede averiguar su origen, y a veces por tanto su intencionalidad. Este tipo de relatos, conocidos tradicionalmente como “leyendas urbanas”, han proliferado desde que existe Internet, medio en el que se conocen como hoaxes (“bulos”). El artículo No a los hoaxes explica el fenómeno y lo ilustra con varios ejemplos típicos.


Existe una categoría de bulos relacionada con cuestiones religiosas, a la que denominaré “relihoaxes”. Algunos consisten en una noticia falsa, normalmente generada por la adulteración o el cruce de informaciones verdaderas (véase Obama y la ley dominical). Otros son el clásico llamamiento humanitario, en ocasiones con petición de oración, ante alguien que supuestamente está en peligro. Los hay que tratan de defender la verdad cristiana mediante historias que, se supone, apoyan la inspiración de la Biblia. Entre estas últimas, quizá la que más ha circulado sea la que se refiere a una supuesta investigación de la NASA que confirmaría el relato del “día perdido” mencionado en Josué 10. Se encuentra en miles de sitios de Internet, en forma de texto, de presentación de diapositivas y hasta de vídeo (por ejemplo, aquí).





La historia



La historia cuenta cómo “recientemente […] nuestros astronautas y científicos espaciales en Green Belt, Maryland […] estaban verificando la posición del sol, la luna y los planetas para saber dónde se encontrarían dentro de cien años y en los próximos mil años”; para ello hicieron que el programa informático reconstruyera la posición de los planetas también en el pasado, pero en ese proceso llegó a un punto en el que la máquina se detuvo, indicando un error. “Decidieron entonces llamar a la oficina de mantenimiento para revisarla; los técnicos encontraron que la computadora estaba en perfectas condiciones” e informaron de que habían encontrado que faltaba “un día en el universo del tiempo transcurrido en la historia”. Un cristiano del equipo recordó entonces el pasaje del libro de Josué, capítulo 10, en el que Dios detiene el sol para que Israel pueda ganar una batalla. “Los ingenieros del Programa Espacial dijeron: ‘¡Ese es el día que falta!’”, así que pusieron el programa en funcionamiento y descubrieron que “el lapso que faltaba en la época de Josué era de 23 horas y 20 minutos, no era un día completo”. El ingeniero cristiano indicó que en 2 Reyes 20: 8-11 se cuenta cómo Dios hizo que la sombra retrocediera diez grados como señal de que el rey Ezequías sanaría; éstos conformarían exactamente los 40 minutos que le faltaban a la computadora de la NASA.




Por qué es un hoax



No hace falta tener muchos conocimientos de astronomía ni de informática para concluir que esta historia es un bulo. En primer lugar, presenta las principales características de los hoaxes:



1. Es un texto breve, al que algunos han añadido imágenes y otros han dado formato de presentación de dispositivas o de vídeo.



2. Carece de fecha de publicación y está redactado de la manera más atemporal posible para que perviva el máximo tiempo circulando en la red. El hoax habla de que el experimento se produjo “recientemente”, y en algunos sitios se titula “Nuevo descubrimiento de la nasa sobre la veracidad de la Biblia”.



3. Atribuye la historia a una prestigiosa entidad como la NASA.



4. No ofrece ni un solo nombre de los científicos que participaron en la supuesta investigación (sí se menciona a Harold Hill, quien efectivamente existió y difundió este cuento).



5. No cita con precisión fuentes rigurosas (revistas científicas, webs especializadas…).



6. Está muy mal redactado, con incorrecciones sintácticas y ortográficas y errores en los signos de puntuación.




El recorrido de este cuento



En segundo lugar, el itinerario de este “nuevo descubrimiento” demuestra su falsedad, tal y como se expone en el artículo de Bert Thompson ¿Ha Descubierto la Nasa el “Día Perdido” de Josué?, publicado en la interesante web http://www.apologeticspress.org/. Ya en 1936, veintidós años antes de que se fundara la NASA, un tal Harry Rimmer mencionaba a dos científicos (Ball y Totten) que, según él, habían probado astronómicamente que faltaba un día en el cómputo del tiempo, sin aportar la más mínima prueba o argumentación al respecto.



Después de un tiempo, según Thompson, «alguien (hasta este día, nadie sabe quién) redescubrió la historia, la “desempolvó”, le dio algo de adorno (sin duda para hacerla más atractiva para la mente científica moderna), proveyó nombres (de individuos, compañías y ciudades) y luego, para que no falte algo, incluyó una referencia a una agencia popular del gobierno que fue, y es, objeto de interés público (la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio—NASA). Con esta “nueva versión” de la historia ahora completa, ésta llegó a tener una credibilidad inherente que pocos pensaron poner en duda o cuestionar».



En 1974 Harold Hill, presidente de la Compañía de Motores Curtis (Baltimore, EE.UU.), en su libro How to Live Like a King’s Kid, reproducía la historia, sugiriendo que él mismo había mantenido contacto personal con la NASA, de modo que otorgaba credibilidad al bulo (sin embargo, la conexión de Hill con la NASA era comercial, y no tenía nada que ver con la investigación astronómica). En 1989 el doctor Davidheiser preguntó sobre este asunto a la oficina de la NASA en Greenbelt (Maryland), desde donde le respondieron que no sabían nada del señor Harold Hill y no podían corroborar la referencia del “día perdido”.




El contenido del cuento



En tercer lugar, el propio contenido de la historia pone en evidencia su falsedad.



1. La historia muestra una gran ignorancia sobre cómo funcionan los ordenadores, al menos los actuales. Según el texto, “se hizo que la computadora corriera a través de los siglos y de repente se detuvo”; como había “algún error en la información con la que había sido alimentada o con los resultados […], decidieron entonces llamar a la oficina de mantenimiento para revisarla; los técnicos encontraron que la computadora estaba en perfectas condiciones”. En el caso de que unos técnicos hubieran hallado un problema de funcionamiento en un programa de simulación, no habrían llamado al técnico de la computadora (hardware), sino que ellos mismos habrían revisado su propio programa informático (software). Y en caso de que en los ordenadores antiguos hardware y software estuvieran integrados, lo lógico es que los que realizaron el experimento fueran los mismos técnicos, y no hubiera necesidad de llamar a la oficina de mantenimiento.



2. Un ordenador puede determinar la posición de los cuerpos celestes en una fecha determinada del pasado, debido a la regularidad de sus movimientos: de este modo, podemos saber en qué fechas se produjeron y cuándo volverán a producirse determinados eclipses, cuándo cierto cometa se acercó a la tierra y cuándo volverá a hacerlo, etcétera. Pero esa reconstrucción del pasado la realiza a partir de los datos introducidos en el programa. Como dice Paul Bartz en el artículo citado, «las computadoras no son máquinas mágicas que pueden averiguar cosas que están escondidas de la gente normal. Aunque son tan maravillosas, están limitadas por el conocimiento que nosotros les damos. […] Aunque una computadora pudiera ser usada para producir un calendario desde hoy hasta el pasado distante, lo cual no es una práctica inusual, una computadora no podría decirnos si algún tiempo estuvo ausente o no». Para que alguien, humano o electrónico, pudiera detectar un parón en el tiempo pasado, éste debería haber quedado registrado de algún modo, algo que en principio es imposible. Un programa informático reconstruye el pasado a partir de los datos del presente, que de ninguna manera pueden incluir la excepción que supondría una parada planetaria, a no ser que los programadores introduzcan ese dato (en cuyo caso, lógicamente, el ordenador no probaría la existencia del milagro, ni mucho menos).



3. Si realmente un ordenador pudiera retroceder mágicamente “a través de los siglos” y “de repente” detenerse, proporcionaría el día exacto (según nuestro calendario actual) en que se produjo la “parada del sol”, así como el día en que Ezequías ganó “cuarenta minutos”. Pero el cuento que circula masivamente no dice nada sobre estas fechas, que serían el dato fundamental.



4. El bulo parte de la convicción de que el fenómeno descrito en Josué 10 supuso una parada del sistema solar (y quizá, por tanto, de todo el universo). La historia del cristianismo debería prevenirnos ante semejantes especulaciones; no olvidemos el rechazo que sufrió el heliocentrismo en la cristiandad de la Edad Moderna por el hecho de que, según las diferentes iglesias, la Biblia establecía en este pasaje que es el Sol el que gira alrededor de la tierra, pues el texto dice que «el sol se detuvo». Quienes creemos que el relato bíblico es cierto interpretamos hoy, a la luz de conocimientos astronómicos indubitables, que no fue el sol el que se detuvo, al menos con respecto a la Tierra, sino que en todo caso se paró ésta con respecto a aquel. Pero del mismo modo que entendemos que el relato no es literal en este punto, lo más lógico es pensar que Dios operó algún tipo de milagro local mediante el cual el ejército de Josué pudo seguir batallando mientras veía el sol, sin que necesariamente se detuviera el movimiento de todos los cuerpos celestes, con todo lo que ello implicaría de alteración cataclísmica de las dinámicas naturales: medio planeta expuesto al sol durante muchas más horas de las habituales, la otra mitad privada del sol el mismo tiempo, desaparición temporal (con todas sus implicaciones en los océanos, etc.) del efecto Coriolis… Dios tendría que haber realizado millones de milagros atmosféricos y ecológicos simultáneos para no alterar el equilibrio natural. Es algo que por supuesto está a su alcance, pero resulta más sencillo pensar en el efecto local del milagro. Otro tanto se podría decir del fenómeno que observó Ezequías.




Conclusiones



1. Cualquier persona con cierta formación, o que simplemente reflexione un poco sobre el contenido de este tipo de relatos, deducirá o al menos sospechará que se trata de bulos. Ya el hecho de que haya presuntos cristianos a quienes no les importe falsear la realidad con tal de defender sus creencias, hace un flaco favor a la verdad cristiana. Bajo ningún concepto podemos aceptar que el fin justifica los medios.



2. Quizá quienes inventan estas historias lo hagan con la “bendita” intención de defender la Biblia, pero el caso es que lo que consiguen es dañar la credibilidad de la Biblia. Su difusión ofrece una lamentable imagen del nivel cultural e intelectual medio de los creyentes. El no creyente que reciba el bulo deducirá, no sin razón, que si el amigo cristiano que le ha mandado la historia es capaz de creérsela, no es de extrañar que también se crea “otros bulos”, como los relatos milagrosos de la Biblia, o la propia existencia de Dios. Cuando se mezcla la verdad con la falsedad, la única perjudicada es la primera.



3. Hay quienes reciben mensajes de este tipo y no acaban de tener claro que sean ciertos, pero “por si acaso” los envían a sus numerosos contactos. Quizá añadan algún comentario escéptico, pero entre esos destinatarios habrá quienes se lo crean a pies juntillas y lo manden a otros tantos amigos con la convicción de que es real. Quien reenvía algo sin tener la certeza de que es verdad, se hace corresponsable de la multiplicación imparable de una falsedad. ¿Enviaría alguien una noticia impactante sobre un amigo o familiar suyo sin tener pruebas de que es totalmente cierta? Pues tampoco debería hacerse con otras “noticias”.



4. Entre los relihoaxes destacan aquellos que tergiversan o directamente inventan historias que tratan de denigrar a un conjunto de creyentes, en especial a los musulmanes (véase “Hoaxes” políticos). Todos (quizá de forma especial los colectivos religiosos, y no digamos las minorías) deberíamos ser especialmente cuidadosos con la difusión de mensajes que pueden afectar a la imagen de un grupo de personas. Por mucho que lo que hayamos recibido coincida con nuestras impresiones o esquemas previos, antes de reenviar alegremente a nuestros contactos un texto o una presentación, debemos comprobar si aquello que nos llega está totalmente probado.



5. Comprobar si un mensaje es un hoax resulta relativamente sencillo; aparte de la citadas y típicas características de los hoaxes, con sólo escribir la palabra “hoax” y el asunto del mensaje o alguno de sus conceptos clave en un buscador, encontraremos páginas donde se discute y se analiza la veracidad o no del mensaje; usando el sentido común es fácil determinar la verdad. Y si no acabamos de estar seguros, apliquemos el criterio de abstención en caso de duda y no demos por cierto algo que no está probado.



6. Quizá a algunos les llegue un mensaje de este tipo y no sientan que tienen la capacidad de hacer la indagación para determinar si es cierto o no. Pero seguro que entre sus contactos hay alguien que tiene conocimientos o formación sobre el asunto. En lugar de enviar la “noticia bomba” a todos, puede consultar a esas personas.



7. Lo que sí conviene difundir son análisis rigurosos como los de los artículos citados, o webs como http://www.rompecadenas.com.ar/, cuyo objetivo es orientar y clarificar respecto a estos asuntos. También sugiero reenviar mensajes de prevención, como el de este mismo artículo.