jueves, 29 de diciembre de 2011

¡Despertad!: Unidos seremos relevantes

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)

http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/

En Protestante Digital se puede escuchar una
entrevista al escritor evangélico Mario Escobar, y leer un resumen de la misma, que reproducimos a continuación. Escobar acaba de publicar el libro ¡Despertad!, en el que ofrece un diagnóstico del mundo protestante en España y aporta varias ideas para ser “luz y sal” en la sociedad actual. Considero que las palabras de este autor se pueden aplicar perfectamente a la Iglesia Adventista española y a su misión.

Escobar nos invita a reflexionar sobre las posibilidades que la sociedad actual nos ofrece para dar testimonio (ver también
Una red de activistas del evangelio). Además de presentar al mundo nuestro mensaje distintivo, podemos actuar en coordinación con otros colectivos para defender causas justas que son una exigencia del evangelio. Jonás Berea.



*********************


Ante una “encrucijada histórica” como la que enfrenta este país en la actualidad, el pueblo evangélico “debe unirse para reivindicar sus derechos hacia una mayor igualdad”. Esta es una de las ideas que defiende el escritor Mario Escobar Golderos en su última publicación, un ensayo titulado ¡Despertad! editado por Noufront. […]


CONTRA EL “GUETO” EVANGÉLICO

Escobar explica su visión del mundo evangélico en España. ”Por desgracia el pueblo evangélico se ha conformado a ver que sus iglesias se llenaban más o menos con la inmigración. Eso le ha hecho adormecerse en la misión de predicar”, apunta el escritor.

Al mismo tiempo, explica, la vivencia evangélica se ha hecho “personalista” hasta el punto de casi desaparecer del ámbito público, en parte por culpa de la ocultación obligada de la fe durante gran parte del siglo XX.

“Por eso nos cuesta participar en la sociedad”, añade Escobar, y parece “que lo que hacemos pasa desapercibido para la sociedad, y sólo podemos ser sal y luz si estamos en el sitio donde Dios nos ha puesto. Debajo de la mesa no podemos cumplir la misión de Dios”.

Para salir de esto, hay que comenzar “por despertar”, siendo una iglesia que sepa acercarse, ya que “está muy separada de la sociedad secular”. “Tenemos que aprovechar –agrega Escobar– lo que tenemos en común con la sociedad” para dejar nuestra impronta: la historia, la literatura o las artes son cosas “que podemos compartir”.


ACTUAR CON VALENTÍA

Pero ¿cómo salir “afuera” y ser relevantes en la sociedad? En ¡Despertad!, Mario Escobar apunta varias propuestas.

“No somos conscientes a veces de nuestro potencial”, dice el escritor. ”La capacidad que tenemos, de nuestra juventud, de los ministerios que realizamos. Y nosotros nos vemos pocos, incapaces, sin mucha fuerza”. Por tanto, primero lo que necesitamos es un cambio de actitud y mentalidad.

“No debemos conformarnos. Tenemos que potenciar desde las iglesias que las personas estén haciendo literatura, películas”, añade Mario Escobar, que rechaza el concepto de “arte cristiano” para abrazar la idea de “arte hecho por cristianos” como forma de llegar a la gente en su lenguaje.


MÁS PARTICIPATIVOS

Además, apunta a un cambio en las instituciones evangélicas para que se vuelvan más activas en la vida social y política del país. “En 2011 ha habido un revulsivo para muchos. Lo que ha pasado en Barcelona o en Madrid –con las licencias de los lugares de culto– ha hecho que las instituciones se movieran más”, explica Escobar.

Por otra parte se está dando un crecimiento notable en las iglesias que no se ve reflejado en las instituciones, que en su opinión “siguen movidas por un pequeño grupo de personas”. Escobar propone “que las organizaciones escuchen a los cristianos 'de a pie'. Que se cuente más con el cristiano de base, que tiene una opinión y quiere participar en las instituciones”.


UNA LABOR QUE HACER

La necesidad siempre es oportunidad, y como evangélicos éste podría ser un motor. “Siempre que un colectivo como el nuestro, con una base profunda, se pone en marcha, pasan dos cosas”, apunta el escritor. “Lo primero es que van a cambiar cosas en la sociedad, se nos tomará en cuenta como colectivo. Pero en segundo lugar también sufriremos una oposición, porque hay intereses mediáticos, religiosos o políticos que prefieren un pueblo evangélico dormido”.

“Un pueblo evangélico más activo podría suponer cambiar realidades a las que nos hemos conformado, como el espacio público cerrado a las iglesias, normas distintas para abrir un lugar de culto, o los privilegios de algunos. Esto iría cambiando, se rompería el status quo. Pero creo que a la larga sería positivo para toda la diversidad religiosa en España”, concreta Escobar.

La labor en la sociedad comienza por darse a
conocer. “Sigue habiendo mucha gente que ignora lo que somos. No hemos hecho demasiada pedagogía. Ahora tenemos medios de comunicación, vamos escribiendo muchos tipos de libros, editoriales que surgen con un enfoque más secular. Estos medios nos permitirán acercarnos a la gente, y así se quitarán susceptibilidades. Los protestantes seguimos siendo asociados a grupos sectarios”.

A través de este conocimiento “se facilitaría que pudiéramos transmitir nuestro mensaje, porque quien desconfía del mensajero no recibe le mensaje”.


EJEMPLO A SEGUIR

El 31 de octubre las iglesias evangélicas en España celebraron el Día de la Reforma. La figura de Lutero es, para Escobar, un buen ejemplo a seguir para saber cómo actuar en nuestros días.

Lutero “tuvo la valentía de denunciar las indulgencias cuando vio que detrás había un poder económico. Fue un despertador de conciencias porque gracias a sus escritos, a los pasquines que se distribuían por Europa, levantó a una Europa dormida”. Gracias a su obra “el hombre europeo encontraría que tenía una fuerza mayor de la que pensaba”.

Mario Escobar anima al pueblo evangélico a contagiarse de esa “visión profética” de la vida de Lutero que le llevó a enfrentarse a los poderes de su tiempo “sin temor a perder su posición y aún arriesgando su vida. Denunció lo que estaba mal en la sociedad, en la iglesia, lo hizo con valentía, y además acercó la Biblia al pueblo, ya que tradujo la Biblia al alemán popular, para que lo pudieran entender plenamente”.


LA SITUACIÓN POLÍTICA ACTUAL

Escobar entiende que, con el Partido Popular formando Gobierno con mayoría absoluta, será complicado que haya avances en cuanto un desarrollo de la ley de libertad religiosa que el anterior Gobierno dejó aparcada.

“A nadie se le escapa que el PP es un partido con una buena mayoría católica, que históricamente tienen una gran sintonía. No espero un retroceso, pero sí un mantenimiento de lo que hay, que es injusto, y un retraso indefinido de una ley de libertad religiosa”, apunta Escobar.

Además es posible “que la presión crezca” sobre los evangélicos “con la idea de parar las libertades de las minorías religiosas, enfocándose en el Islam”, advierte.

[En la
entrevista completa Escobar desarrolla la idea de que los protestantes debemos hacer nuestra aportación en la consecución de un estado auténticamente laico, eliminando el confesionalismo y los privilegios de la iglesia históricamente dominante, y añade: «Estamos en una encrucijada histórica como país, y creo que es una oportunidad para todos que unidos podamos cambiar algunas realidades de nuestra sociedad, no sólo con respecto a la libertad religiosa, sino con respecto a otras áreas. […] Es un buen momento para que unidos, y más unidos que nunca, podamos reivindicar nuestros derechos como colectivo e individuales, hacia una mayor igualdad, y que por fin en España suceda, después de tantos siglos de persecución, una verdadera transición religiosa que haga que no haya ciudadanos de primera y de segunda clase». JB]


¡DESPERTAD! Y OTROS PROYECTOS

El escritor finaliza su entrevista hablándonos de futuros proyectos. Entre ellos una nueva novela titulada Exterminio, retrato de la colonización de América; y en segundo lugar una biografía sobre Winston Churchill.

De momento, es posible adquirir ¡Despertad!, de Mario Escobar Golderos, que ha sido publicado por Ediciones Noufront y por lo tanto está disponible para su compra en la tienda online
www.noufrontstore.com.



martes, 4 de octubre de 2011

El legalismo según Pablo


Publicado también en Café Hispano (Spectrum)



La Guía de Estudio de la Biblia, o librito de la Escuela Sabática, nos propone para el trimestre octubre-diciembre de 2011 profundizar en la epístola a los Gálatas. Además de algunas obras de consulta accesibles en línea, como el Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, o los comentarios que se pueden descargar gratuitamente con la Biblia electrónica e-Sword (en inglés), considero recomendable un interesante libro sobre esta carta de Pablo: Evangelio versus legalismo. Cómo enfrentar la influencia insidiosa del legalismo, de Marvin Moore (Buenos Aires, ACES, 1998).

El autor presenta su obra no como un estudio erudito, sino fundamentalmente como una aportación pastoral, con aplicaciones especiales para la Iglesia Adventista, dado que, según él, “la mejor manera de beneficiarnos con un libro acerca del legalismo es examinarlo de cerca en una denominación que esté repleta de él” (p. 13); y, tristemente, como cualquiera puede constatar, y como el propio libro expone abiertamente, en la Iglesia Adventista existe una propensión especial al legalismo, por la cantidad de normas heredadas de nuestra tradición.

Moore comenta la epístola capítulo por capítulo, centrándose sobre todo en las respuestas de Pablo al conflicto generado por los judaizantes de Galacia (a los que denomina “partido judío”), por su afán de imponer ciertas prácticas al conjunto de la iglesia. Es en ese contexto donde se enmarca la teología paulina de la salvación, desarrollada especialmente en esta epístola y en Romanos. Moore ofrece interesantes análisis y reflexiones sobre las relaciones entre la ley y el evangelio, y entre el judaísmo del Antiguo Testamento y el cristianismo del Nuevo; también comenta en extensión el papel de la ley como “ayo”, “tutor”, “guía” o “pedagogo” (Gálatas 3: 24, 25), y lo ilustra con el debate que tuvo lugar en el Congreso de la Asociación General de los adventistas en Minneapolis en 1888.

Los últimos capítulos resultan especialmente prácticos, pues en ellos Moore aplica las enseñanzas de Gálatas a la iglesia actual. El capítulo 15 es un agudo análisis del fenómeno del legalismo, que incluye varios ejemplos reales tomados de una sección de cartas de consulta de la Adventist Review (todos ellos terribles); el autor plantea si acaso cada uno de nosotros no alberga al menos algo de legalismo. El capítulo 16 analiza las consecuencias del legalismo, el 17 ofrece al legalista pautas espirituales y prácticas para vencer esta tendencia y el 18 aporta consejos sobre cómo tratar con los legalistas; todo ello basándose en la experiencia de Pablo con los gálatas.

En definitiva, es un libro muy recomendable, que contribuye a situar la teología de Pablo en su contexto eminentemente pastoral y eclesial (algo que a veces la exégesis olvida), que contempla algunas tendencias presentes en la Iglesia Adventista desde una perspectiva de autocrítica firme y a la vez sana y no exenta de cariño, y que ofrece soluciones profundamente evangélicas.

viernes, 1 de julio de 2011

“Relihoaxes” (2): La carta de Obama a la Asociación General

Por Jonás Berea, miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día española
(http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/)



Publicado también en Café Hispano (Spectrum)

Durante la 59ª Sesión Mundial de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Atlanta (Estados Unidos), el recién elegido presidente mundial de la iglesia leyó una carta de Barack Obama, presidente de los Estados Unidos; en este vídeo se puede ver y escuchar el momento de esa lectura (en inglés).

Circula por Internet un mensaje en español (se puede ver en este blog) que ofrece una supuesta traducción de esa carta en estos términos:






«Envío mis saludos a la 59ª Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

A través de nuestra historia la fe y las distintas formas de filosofía han sido importantes en nuestras vidas, nos ayudan a encontrar la visión para ver el mundo y nos dan la fuerza para desafiarnos a preguntar sobre nuestro tiempo.

Ustedes nos han ayudado a alimentar al hambriento, a confortar al débil, y hacer paz en todas partes, levantando sus banderas en tiempos difíciles, de la manera en que enfrentan los desafíos y las oportunidades en este único momento de la historia, confío en que nos unamos en causa común para ayudar a nuestras comunidades a nuestros hermanos y hermanas, espero que se mantengan en expectativa recordándoles que confiamos en que ustedes se unan a nosotros para crear un mejor mundo para nosotros y nuestros hijos cuando seguramente Dios obre en la tierra.

Les deseo todo lo mejor en este maravilloso evento.

Barack Obama, presidente de los Estados Unidos de América.»




En un artículo de Pedro Torres se ofrece una traducción fiel de la carta de Obama, así como una aclaración sobre el contenido de la misma.


Traducción disparatada

Los errores de traducción son los siguientes:

1. La carta no dice «A través de nuestra historia la fe y las distintas formas de filosofía han sido importantes en nuestras vidas», sino «A lo largo de la historia, la fe ha dado forma a nuestras filosofías, nuestras perspectivas, y nuestras vidas». El término “filosofía” tiene un sentido negativo entre muchos cristianos al entenderse como sistema de pensamiento especulativo y generalmente opuesto a la revelación bíblica (véase Colosenses 2: 8). Pero es obvio que en el mensaje de Obama el término simplemente se refiere a las formas de pensar y afrontar la vida. Y lo más importante es que la carta, en la que se entiende que la primera persona del plural hace referencia a los estadounidenses, no dice que «las distintas formas de filosofía» hayan influido en sus vidas, sino que la fe ha influido en sus perspectivas vitales.

2. El texto original no afirma que esas «formas de filosofía […] nos dan la fuerza para desafiarnos a preguntar sobre nuestro tiempo», sino que «la fe […] nos ha ayudado a encontrar […] la fuerza para enfrentar las cuestiones más desafiantes de nuestro tiempo».

3. La traducción está tan distorsionada, que casi ninguna frase se libra del error. La carta original dice: «[La fe] también nos une para dar de comer al hambriento, consolar a los afligidos», pero según la falsa carta Obama se refiere a los adventistas diciendo: «Ustedes nos han ayudado a alimentar al hambriento, a confortar al débil». En lugar de traducir «poner paz donde hay conflicto», traducen «hacer paz en todas partes», y en vez de «levantar a aquellos que han caído en tiempos difíciles» traducen «levantando sus banderas en tiempos difíciles» (¡!).

4. La principal distorsión se encuentra en lo siguiente. En lugar de traducir «que la fe nos mueva a unirnos en causa común», el texto disparatado introduce una referencia, inexistente en el original, a «nuestras comunidades»; en lugar de «se les recuerda la verdad inherente de que cada uno de nosotros tiene el poder de crear un mundo mejor», el “traductor creativo” pone: «espero que se mantengan en expectativa recordándoles que confiamos en que ustedes se unan a nosotros para crear un mejor mundo» (destacado añadido). De este modo, parecería que el presidente de la Iglesia Adventista está avalando un mensaje en el que el presidente de los Estados Unidos invita a los adventistas a vincularse a su proyecto político, idea que no está en el original.

5. Obama habla de «crear un mundo mejor para nosotros mismos y nuestros hijos, cuando realizamos la obra de Dios aquí en la tierra». La falsa traducción dice: «crear un mejor mundo para nosotros y nuestros hijos cuando seguramente Dios obre en la tierra». De este modo, parecería que Obama estuviera haciendo una referencia a la intervención sobrenatural de Dios en la tierra, quizá en su Segunda Venida, cuando simplemente identifica la labor social de los cristianos como la obra de Dios en la tierra.

Aparte de las faltas de ortografía (que he corregido al copiar el texto), de la espantosa sintaxis y de la puntuación incoherente, resulta sorprendente que en tan breves líneas se puedan acumular tantos y tan importantes errores de traducción. Por ello, uno se cuestiona si se deben al desconocimiento del inglés o al intento de manipular el mensaje original. Estamos por tanto ante un nuevo caso de relihoax, en esta ocasión perteneciente a la subcategoría de los “adventhoaxes” (hace unos años circuló uno sobre Obama y la ley dominical).

La “traducción imaginativa” va acompañada de un comentario, también en un castellano muy deficiente, cuyo autor se pregunta: «¿Por qué el presidente le pide esto solamente a la Iglesia Adventista del Séptimo Día?, muy seguramente porque las demás grandes denominaciones religiosas de EE.UU están alineadas y listas para ejecutar el gran engaño y recibir a Satanás cuando se haga pasar por el Señor Jesucristo». Según él, «la iglesia Adventista es el opositor mas grande a la religión mundial que quiere imponerse sobre el mundo, y sobre sus doctrinas falsas de la “deidad del hombre” o “el dios interior”». Advierte contra la unidad de las iglesias «en torno a la Iglesia Católica Apostólica y Romana» y sus errores doctrinales.

En referencia a la carta de Obama, considera que «el lenguaje es claro “este único momento de la historia” y “preguntarnos sobre nuestro tiempo”, indican que se acerca el siguiente movimiento maestro de estos poderes para adelantar el Nuevo Orden Mundial y para esto necesitan callar las voces que destapan y desbaratan sus planes satánicos de dominación del planeta y destrucción de la humanidad.»


Reflexiones

Ante la difusión de esta “traducción” y los comentarios que la acompañan, me gustaría compartir las siguientes reflexiones:

1. El hecho de que un documento falso se propague por Internet es prueba de la ingenuidad y credulidad de muchos adventistas, que difunden falsedades sin haber comprobado su veracidad. Una vez más es necesario advertir de la necesidad de someter a análisis crítico los mensajes con contenidos llamativos que nos instan a reenviarlos masivamente; en No a los hoaxes (bulos) hay una lista de criterios para identificar un hoax, aplicables también a los relihoaxes.

2. Frente a lo que dice el mensaje que acompaña a la falsa traducción, Obama no ha enviado una carta de este tipo sólo y en especial a la Iglesia Adventista, sino que esta clase de mensajes institucionales son muy comunes. Es más, el presidente de Estados Unidos suele reunirse con líderes religiosos de distintas confesiones, a quienes dirige mensajes similares a éste, o que incluso reflejan un compromiso entre poder político y religioso que resulta realmente preocupante.

3. La carta auténtica del presidente de los Estados Unidos contiene un mensaje institucional que en general no compromete a la Iglesia Adventista, sino que simplemente trata de destacar algunos aspectos de su labor social como algo positivo para la comunidad.

4. Hay en cambio una frase que puede interpretarse como comprometedora: «Se les recuerda la verdad inherente de que cada uno de nosotros tiene el poder de crear un mundo mejor para nosotros mismos y nuestros hijos, cuando realizamos la obra de Dios aquí en la Tierra». El presidente da por hecho que los adventistas realizan la obra de Dios, pero a la vez, con el uso de la primera persona del plural que he destacado, asume que él mismo también la realiza.

5. Cabe preguntarse: ¿Es conveniente que los poderes políticos establezcan relaciones institucionales con las organizaciones religiosas? En principio, considero que el límite de esas relaciones debería llegar sólo a lo indispensable para mantener un marco de libertad religiosa. Una cosa es que el poder político, a modo de cortesía, quiera reconocer la labor social de un colectivo, religioso o no. Pero no es conveniente que el propio poder político se exprese en términos religiosos; aunque el representante político se declare creyente (como es el caso de Obama), en el ejercicio de su cargo debe omitir toda referencia a su posicionamiento confesional.

6. En las delicadas relaciones con los poderes terrenales, otra reflexión que conviene tener siempre en cuenta es hasta qué límites debe la iglesia cumplir el mandato bíblico de someterse y reconocer a la autoridad civil (véase Romanos 13, en especial el versículo 7). Cuando un dirigente político se relaciona con nuestra iglesia, entendemos que lo hace en representación de su cargo, y no de su persona y su programa específico de gobierno. La iglesia puede diferir de las políticas concretas de un gobernante, y aun así aceptar su saludo institucional. Pero siempre cabe el peligro de una aproximación excesiva, o incluso de una identificación de objetivos vergonzosa, como se ha dado recientemente en Zimbabwe. Supongamos que un gobernante que está agrediendo las libertades, pero que respeta los derechos de la Iglesia Adventista, manda un saludo institucional a nuestra iglesia. ¿Cuál debería ser la respuesta? ¿Recibiremos acríticamente este apoyo? Aplíquese ahora esta reflexión a Barack Obama, cuyo gobierno está llevando a cabo una expansión imperial mediante guerras de agresión (ver Adventistas ante la guerra y la paz), y que preside una potencia que está cumpliendo el papel histórico profetizado en Apocalipsis 13.

7. Si aceptamos reconocimientos de los gobernantes, ¿debemos aceptarlos de políticos que estén en la oposición? Ellos en principio no representan la autoridad gubernamental, por lo que si establecen relaciones con la Iglesia Adventista, éstas pueden interpretarse como un intento de instrumentalizarla para encontrar apoyos a su persona y a su programa. ¿Deberíamos buscar, o incluso aceptar, esos reconocimientos? ¿No puede transmitirse la idea de que la iglesia acepta sus programas políticos? ¿No puede incluso generar divisiones entre los miembros de iglesia que tengan posiciones políticas enfrentadas? Considérense, por ejemplo, los mensajes dirigidos a la Iglesia Adventista en 2003 por los entonces presidente republicano George W. Bush y senadora de la oposición demócrata Hillary Clinton.

8. El recibir reconocimientos del poder puede hacernos caer en la tentación de buscar esos reconocimientos, y por tanto pretender agradar a esos poderes suavizando algunos aspectos de nuestro mensaje.

9. En cuanto al mensaje de un adventista que acompaña a esta falsa traducción de la carta de Obama, su estilo es alarmista y exaltado, pero expresa advertencias que no hay que despreciar, como: «Que el Señor nos guarde porque pronto EE.UU. forzará a nuestros líderes mediante leyes de estado para que se sometan al nuevo orden religioso que está por imponerse en el mundo». O: «Este es el comienzo del fin, pronto veremos cómo EE.UU. que en comienzo está hablando a la Iglesia Adventista del Séptimo Día como cordero, hablará luego como dragón e impondrá las leyes del Estado para lograr el sometimiento de todo el que se “atreva” a oponerse a la agenda mundial».

10. Tras la lectura de la carta de Obama, Ted Wilson termina diciendo: «Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer al gobierno de los Estados Unidos y a todos los demás gobiernos en el mundo por defender la libertad religiosa y de conciencia, gracias a Dios por la libertad religiosa». No habría estado de más aprovechar la ocasión para recordar que hay muchos gobiernos que no respetan la libertad religiosa, y que algunos que sí la respetan, conculcan sin embargo otras libertades igualmente sagradas.


viernes, 6 de mayo de 2011

La cuestión de la objeción de conciencia, ¿más compleja hoy?

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/
Publicado también en Café Hispano (Spectrum)

Barry Bussey, abogado canadiense, es el responsable de las relaciones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día con las Naciones Unidas y con el gobierno de Estados Unidos desde 2008. Es el editor del libro Should I Fight? Essays on Conscientious Objection and the Seventh-day Adventist Church, una obra de autoría colectiva dirigida a “aquellos que quieren obtener una comprensión más profunda de la lucha adventista por mantenerse fieles a los principios del Sermón del Monte”, publicada ante la constatación de que “cada vez más jóvenes adventistas se unen voluntariamente al ejército que en ninguna generación previa en la historia de la iglesia”

El 15 de abril de 2011 Bussey publicó un artículo titulado La cuestión de la objeción de conciencia se ha vuelto más compleja (original en inglés). Tras recordar que se está diluyendo la posición histórica de la iglesia a favor de la objeción de conciencia, cuenta su experiencia personal como padre de dos hijos que «son a la vez ciudadanos de Canadá y Estados Unidos, y desde el día en que recibieron sus certificados de naturalización a principios de 2001, no tardaron en asimilar el orgullo nacionalista de Estados Unidos» (añado negritas en todas las citas). A partir del 11 de septiembre de 2001 y la consiguiente guerra de Afganistán, se planteó la cuestión de que los niños, de diez años, fueran designados para luchar por su nuevo país. «¿Qué haríais, muchachos?», les preguntó. «Papá, no tengo ningún problema en dar mi vida por los Estados Unidos», dijo uno. Y continúa Bussey: «Este chico, que ni siquiera hacía un año que había obtenido la ciudadanía estadounidense, ya estaba dispuesto a morir por la ‘tierra de la libertad.’ Y yo sé que en la Escritura el Señor dijo: “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13 NVI). Mi hijo parecía estar dispuesto a dar su vida por aquellos a los que apenas conocía, con excepción de sus primos en Michigan».

Según Bussey, «en el mundo actual de militarismo creciente, retórica patriótica y miedo al terrorismo, la cuestión de la objeción de conciencia se ha vuelto más –no menos– compleja». Aunque concluye el artículo citando Mateo 5: 44 (“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”) e instando a que como iglesia y como individuos afrontemos estos asuntos para que «cuando llegue el momento, debemos estar preparados –como tantos otros que nos han precedido– para dar testimonio de que nuestras vidas están en armonía con el espíritu y la intención de nuestras palabras», hay varios puntos que me chocan en el artículo.

1. El “orgullo nacionalista”. Es comprensible que alguien que ha sido acogido en nuevo país albergue sentimientos de gratitud. Es fácil de entender que unos niños de diez años respondan espontáneamente que “darían su vida” por la patria. Pero llama la atención que Bussey exponga el “orgullo nacionalista” de sus hijos como si, aparte de comprensible, fuera aceptable. Hebreos 11: 14-16 indica que los cristianos nos debemos a una patria mejor, la celestial. Y Elena White comenta muy acertadamente los peligros del nacionalismo: «La verdad es todopoderosa y de vastos alcances. Unirá las nacionalidades en una gran hermandad. [...] Cristo, morando en los hombres, los une en una gran plataforma, preparándolos para que vivan unidos como una familia en el cielo. Es la verdad la que une a los hombres y remueve los prejuicios nacionales. […] Si aceptamos la verdad como está en Jesús desaparecerán los prejuicios nacionalistas y los celos, y el Espíritu de verdad unirá los corazones en uno solo. Nos amaremos como hermanos; estimaremos al prójimo más que a nosotros mismos» (Nuestra elevada vocación, p. 173). Sobre los peligros del orgullo en todas sus formas creo que no es necesario insistir.

2. “Dar la vida por la patria”. Cuando un soldado muere en el campo de combate se dice que “ha dado su vida por la patria”. Pero no es menos cierto que cuando uno entrega su vida de ese modo, también está quitando las vidas de otros. Precisamente el enfoque bíblico sobre la no violencia, y la posición tradicional adventista como defensora de la objeción de conciencia, parte de esa realidad innegable. Por eso resulta como mínimo escandaloso, no que un niño crea que matando a “enemigos” sirve a su prójimo, sino que Bussey aplique Juan 15: 13 a un soldado que mata a otros soldados (y a los “daños colaterales” correspondientes), quienes además seguramente creen que también están dando su vida por su patria, o quienes simplemente han sido forzados a luchar en un régimen con servicio militar obligatorio.

3. ¿Qué es la guerra? ¿Cómo es? Bussey no detalla las conversaciones que posteriormente ha tenido con sus hijos sobre estos asuntos. Pero, en un representante de la Iglesia Adventista ante las más altas instancias políticas del mundo, sería deseable una comprensión y una exposición clara de en qué consiste la guerra. Un niño, que quizá ha visto abundante cine bélico, cree que la guerra es un combate entre buenos y malos. Los primeros, casualmente, son los de su país: nobles, sacrificados, altruistas, valientes; los malos son crueles terroristas fanatizados. Pero cualquier persona formada, máxime si es cristiana, tiene que trascender ese estereotipo maniqueo, afrontar la realidad, y recordar que la guerra es ante todo matar a gente, a todo tipo de gente. Cito a continuación unas palabras de George Zabelka, sacerdote católico de los escuadrones que bombardearon Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, y que posteriormente se convirtió en un activista a favor de la paz: «La Iglesia prohibió siempre el aniquilamiento de civiles y si un soldado hubiera venido a preguntarme si podía disparar una pistola en la cabeza de un niño, se lo hubiera prohibido formalmente. Eso habría sido pecado mortal. Pero en 1945 la isla de Tiniam era el campo de aviación más grande del mundo. Durante las 24 horas podían despegar tres aviones por minuto. Muchos de estos aviones partieron para Japón con la meta precisa de matar no un niño o un civil, sino de masacrar a centenas, millares y decenas de millares de niños y de civiles y yo no dije nada al respecto. […] Me acuerdo de un joven que había participado en los bombardeos de las ciudades japonesas. Estaba hospitalizado, en un momento de completo hundimiento. Me contó que estaba en misión de bombardeo a baja altitud y que volaba a lo largo de una de las calles principales de la ciudad, cuando apareció un muchacho de pie ante él, que levantaba los ojos, admirado. Este hombre sabía que varios minutos después ese muchacho moriría quemado por el napalm que había lanzado. Sí, sabía que se mataba a civiles. Y sin embargo, no prediqué ni un solo sermón a los hombres que masacraban, condenando la masacre de civiles.»

4. La “novedad”: la “guerra contra el terror”. Si Bussey considera que la cuestión de la objeción de conciencia es hoy en día más compleja que nunca, por lo visto se debe a que considera que desde el 11 de septiembre de 2001 ha aparecido una nueva amenaza global: el terrorismo islámico a gran escala. Este asunto es complejo de analizar brevemente, pues implica el manejo y examen de grandes volúmenes de información; una visión distorsionada de la realidad puede modificar la interpretación de la misma. Personalmente considero que desde aquella fatídica fecha la maquinaria de propaganda belicista se ha desarrollado hasta niveles inimaginables, hasta el punto de que el gran público ni siquiera conoce la realidad sobre los principales hechos, como los propios atentados del 11-S. En cualquier caso, aun asumiendo la versión oficial sobre los mismos, o incluso las mentiras más flagrantes, algunas de ellas negadas después por los mismos que las propagaron (como la excusa de las “armas de destrucción masiva” esgrimida para invadir Irak en 2003), creo que el cristiano tiene herramientas espirituales y éticas suficientes para saber cómo actuar. Aun cuando los macroatentados hubieran sido organizados por Bin Laden y éste hubiera sido protegido por los talibán afganos, la guerra sigue siendo la guerra. Los soldados que se dirigieron a Afganistán e Irak, y que siguen guerreando allí, se enfrentan a seres humanos cuya vida es tan sagrada como la de cualquier otro “enemigo”. Es más, hasta la prensa más belicista informa permanentemente de las matanzas de civiles, incluidos niños, que provocan estas intervenciones, así como de las gravísimas consecuencias de estas guerras, como el secuestro de “sospechosos” en Guantánamo, las torturas en Abu Ghraib o los vuelos secretos de la CIA destinados a torturar a presos en países que no respetan los derechos más básicos. Independientemente del análisis geopolítico que uno haga de la llamada “guerra contra el terror”, la guerra no se ha convertido en un combate aséptico contra fanáticos peligrosos fuertemente armados, mediante bombas que seleccionan “inteligentemente” objetivos amenazantes, sino que sigue siendo lo de siempre: un despliegue de violencia indiscriminada.

5. ¿Más compleja?
Por lo expuesto, me parece que el propio título del artículo de Bussey resulta inapropiado. En realidad para cualquier cristiano, estadounidense o no, resulta hoy más sencillo que nunca declararse objetor de conciencia, por las siguientes razones:

i) Bussey mismo cuenta cómo entrevistó a adventistas que se declararon objetores de conciencia en situaciones de gran presión social y política. Por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial el Eje Roma-Berlín-Tokio parecía dispuesto a dominar el mundo mediante una ofensiva militar abierta. Pocas guerras podrían parecer más “justas” que aquella. Sin embargo no pocos adventistas se mantuvieron fieles al mandamiento “No matarás”. No parece que las circunstancias actuales sean más complejas en ese sentido.

ii) Hoy en día el ejército de Estados Unidos (así como el de otros países occidentales) es profesional, de modo que quienes van a la guerra lo hacen por elección propia, y pueden abandonar el ejército si lo desean. El reclutamiento forzoso de los hijos de Bussey parece bastante remoto, y en cualquier caso no parece que su negativa implicara “trabajos forzados, con pico y pala”, como ocurrió a algunos de los objetores históricos entrevistados por Bussey.

iii) Desde la Guerra de Vietnam, el movimiento pacifista se ha generalizado en todo el mundo. Los objetores de conciencia ya no son unos pocos y pintorescos fundamentalistas religiosos, sino que representan a tendencias sociales, políticas y religiosas de lo más variadas. En todas las iglesias existen corrientes contrarias a la guerra, que es la posición histórica y oficial de nuestra iglesia, por lo que para un joven adventista debería ser de lo más natural declararse objetor. Claro que quizá exista el miedo a ser identificado con corrientes políticas “radicales”; conviene tener en cuenta, entonces, que precisamente el que los adventistas hayamos sido pioneros en este movimiento es un motivo de satisfacción, y debería apenarnos que en esta cuestión, como en otras, grupos seculares o religiosos nos hayan tomado la delantera (véanse los dos artículos de Sam Neves sobre otros asuntos en que ha ocurrido algo similar: 1 y 2).

iv) En el contexto adventista, en principio también debería ser más fácil para un joven declararse objetor de conciencia. Hoy en día nuestra iglesia ha recuperado en parte el discurso a favor de los derechos humanos, tras una etapa en la que se asociaba la defensa de los mismos con el peligro de implicarse en “política”. Por ejemplo, aunque en los años 50 y 60 la posición oficial frente a las reivindicaciones de los negros de Estados Unidos fue de desentendimiento (por no decir condena), hoy en día la Iglesia Adventista publica declaraciones oficiales sobre derechos humanos y la Adventist Review recupera la memoria de los adventistas que lucharon por la igualdad de los negros. Hay más información disponible que nunca sobre objetores de conciencia históricos de nuestra denominación, como el propio libro editado por Bussey. Ahora bien, como el propio autor reconoce, hay una fuerte presión procedente del “militarismo creciente” y “la retórica patriótica”. ¿Qué está haciendo nuestra iglesia por combatir estas ideologías y propagandas mundanas y anticristianas? El propio artículo de Bussey sería una ocasión estupenda, tristemente desaprovechada, para al menos distanciarse de ellas. Quizá el libro Shoud I Fight? sea más claro, pero cualquier joven que, dudando sobre la idoneidad de ser militar, lea el artículo, sentirá que hay tantas razones bíblicas para alistarse como para no hacerlo, pues a fin de cuentas es un asunto “complejo”. Cuando en realidad la iglesia debería estar no sólo asesorando legalmente a quienes pidan ayuda en situaciones comprometidas (muchas de ellas relacionadas más con la observancia del sábado que con el uso de las armas), sino también promoviendo activamente la objeción de conciencia a las actividades militares entre todos sus miembros, como se hizo en España cuando el servicio militar era obligatorio y se legisló la posibilidad de declararse objetor (entonces muchos jóvenes adventistas lo hicieron).

Bussey cita el “miedo al terrorismo” como otro de los factores que hace “complejo” el asunto. Uno echa en falta una reflexión sobre lo que dice la Biblia acerca del miedo a los poderes de la tierra (Jer. 42: 11), y sobre cómo la solución a los grandes conflictos políticos no vendrá mediante “guerras justas”, ni mucho menos por la participación de los cristianos en ellas (Ef. 6: 12; léase El cristiano y la guerra).

En nuestra iglesia hay una gran labor que hacer en el campo de la no violencia, la paz y los derechos humanos. No es aceptable que mantengamos un discurso muy firme en cuestiones como abstenerse de comer cerdo, de beber vino o de trabajar en sábado (discurso necesario, sin duda), y a la vez transmitamos la idea de que portar y usar armas es una cuestión de la “conciencia personal”, sobre la que la Biblia no aporta un mensaje claro, cuando los adventistas oficialmente (¿?) entendemos que es una cuestión de principios. Matar a personas, además, acarrea consecuencias espirituales y psicológicas mucho más irreversibles que las otras actividades citadas. En un país en el que el ejército es profesional, no se puede considerar que la decisión de alistarse o no, sea un “dilema”; si acaso, puede considerarse una tentación. La acción pastoral (y disciplinaria) hacia los militares adventistas debería tener en cuenta este criterio. Afortunadamente, el artículo de Bussey ha recibido comentarios críticos en la web de ANN (entre ellos, un hermano que a veces siente que se encuentra “en una denominación diferente” al adventismo histórico), si bien otros apelan a la Biblia para tratar de justificar el uso de armas.

Otro triste ejemplo reciente lo encontramos en el libro oficial para meditaciones matutinas de este año, Plenitud en Cristo (Buenos Aires, ACES, 2010), donde el autor, Alejandro Bullón (quien en general es ejemplar en su exposición del evangelio y en su ministerio de predicación), cuenta la siguiente anécdota en un contexto claro de aprobación: «El sonido de la explosión fue espantoso. Después vinieron gritos, horror y sangre. El sargento Salzman miró a su alrededor... El peligro había pasado. La explosión dejó cuatro soldados muertos; él estaba vivo pero, para su desesperación, notó que su brazo derecho había desaparecido, y la sangre brotaba como un chorro.

»Semanas después [...] empezó a entender su realidad. Tendría que aprender a vestirse, a lavarse los dientes y el rostro, con el brazo protético que le acababan de colocar.

»Tuvo ganas de llorar. No por causa de la prótesis; estaba vivo, y aquel brazo lo había perdido luchando por su país, en la guerra de Irak. La vida, en la forma que fuese, era motivo para agradecer a Dios» (p. 111, 15 de abril).

Concluiré con unas palabras del citado George Zabelka:

«Nunca me vino al espíritu la idea de protestar públicamente contra las consecuencias de estos bombardeos. Me habían dicho que eran necesarios; abiertamente por los militares e implícitamente por la dirección de mi Iglesia. […] Toda la estructura de la sociedad secular, religiosa y militar, me decía que era justo aniquilar a “los japs”. Dios estaba del lado de mi país. Los japoneses eran enemigos y yo estaba absolutamente convencido de la enseñanza de mi país y de la Iglesia en lo concerniente a los enemigos. […] Yo estaba seguro de que esta destrucción en masa era justa, seguro de tal manera que jamás pensé en cuestionar su moralidad. Había sufrido un lavado de cerebro, no por la fuerza o la tortura sino por el silencio de mi iglesia. Por su silencio, y por la manera en que cooperaba de buena gana en los millares de pequeñas cosas con la máquina de guerra del país. […]

»Durante los tres primeros siglos –los tres siglos más próximos a Cristo– la Iglesia era pacifista. Con Constantino la Iglesia aceptó la ética romana de la guerra justa y comenzó a entrenar a sus miembros, en nombre del Estado y luego en nombre de la fe. Católicos, ortodoxos y protestantes, aunque tenían algunas divergencias teóricas, estaban de acuerdo en que la enseñanza clara y sin equívocos de Jesús sobre el rechazo de la violencia y el amor a los enemigos no era para tomársela en serio. Y así, cada una de las principales ramas del cristianismo modificó, según diferentes procedimientos teóricos, la enseñanza del Señor hasta el punto de poder hacer lo que Jesús condenaba: ojo por ojo, masacrar, lisiar, torturar. […]

»Pido a Dios que nos perdone la manera en que hemos desfigurado la enseñanza de Cristo y destruido su mundo de ese modo. […] Las grandes líneas de las iglesias cristianas enseñan cosas que Cristo no enseñó jamás, ni incluso sugirió, es decir, el principio de la guerra justa, un principio que me parece completamente desacreditado, aunque sea de manera teórica, histórica o psicológica. Para mí, si las iglesias cristianas no se arrepienten y no comienzan a proclamar de palabra y hechos lo que Jesús ha proclamado en lo que respecta a la violencia y a los enemigos, lo único que puede esperarse es la escalada permanente de la violencia y la destrucción.»

viernes, 25 de marzo de 2011

Anarquía y Apocalipsis

Por Charles Scriven
(http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/
)

A la espera de poder leer y valorar personalmente el libro de Osborn, ofrezco la traducción del artículo The Blueprint Controversies…Please!, del 1 de febrero de 2011. Se ha añadido un enlace. Esta traducción se publica también en Café Hispano (Spectrum). Jonás Berea.
*****
El campo visual de la “nueva” vieja devoción está incompleto.

Las publicaciones oficiales muestran sin lugar a dudas que la vieja devoción propia del periodo comprendido entre los años 20 y primeros 60 está reforzando su dominio sobre la cultura adventista. Avivada por frases hechas (palabras como “ferviente”, expresiones como “reavivamiento y reforma”, frases como “¿Cuántos de vosotros creéis que estamos viviendo en los mismísimos últimos días de la historia de este mundo…?”), esta devoción es positiva en alguna medida. El reavivamiento es bueno. La reforma es buena. Son buenos un sentido de urgencia en relación con los tiempos, y una desconfianza hacia lo meramente popular (asuntos ambos centrales en la predicación del pastor Ted Wilson).

Pero la devoción de los años 20-60 nunca llevó hacia la visión moral de Jesús y los profetas, y los herederos de esa devoción no son conscientes de cómo esa visión moral se encarnó en el testimonio de los pioneros de la iglesia. Incluso los dirigentes de la iglesia, por lo visto, han olvidado la historia de los pioneros adventistas.

Anarchy and Apocalypse (Anarquía y Apocalipsis) es una de las diversas fuentes disponibles para recuperar la historia. Pero al margen de cuánto conozca uno ya, emprender el viaje que Ron Osborn propone aquí le puede suponer un gran esfuerzo: ofrece una visión radical situada en el contexto de otras visiones radicales, y difiere significativamente de lo convencional en el adventismo.

El libro quizá te sorprenda, pero seguro que te convence de que el debate sobre nuestro legado merece una posición destacada en el seno de nuestra iglesia. Cuando adventistas influyentes, tanto entre los laicos como entre los ministros ordenados, asumen que su posición (aunque ignore rasgos muy importantes de nuestra historia) es la correcta, lo menos que podemos hacer es dirigir una nueva mirada a nuestro legado. Y una cuestión relacionada con esto sobre la que debemos insistir es si el mejor proyecto para el adventismo del futuro es el adventismo de los años 20-60, o el adventismo de los pioneros.

Nadie puede afirmar de forma convincente que son lo mismo. Cuanto más sabemos sobre los pioneros, menos en sintonía parece el adventismo contemporáneo (me refiero a la interpretación dominante sobre quiénes somos) con el adventismo original. Muchas palabras y frases de uso común hoy proceden de Elena White, pero representan sólo un aspecto de su visión. Es más, dejan a un lado gran parte de la sustancia real de la Escritura.

El libro de Osborn es una razón más para saber que esto es verdad. El autor, un estudiante de doctorado en la Universidad del Sur de California infatigablemente curioso, ha recopilado aquí una variada gama de ensayos, la mayoría breves y siempre provocativos. Tratan sobre la historia del adventismo, el pacifismo de Bonhoeffer y el discurso de aceptación del Premio Nobel de Barack Obama (fallido, según Osborn). Ofrecen una interpretación sobre la política en ambos testamentos de la Escritura, analizan varias lecturas de la Ilíada de Homero, exploran las reflexiones de Elie Wiesel sobre Dios y el sufrimiento humano. Pero el tema central, en cualquier caso, es nítido y fascinante: Dios, la política y la violencia.

Aunque Anarchy and Apocalypse está dirigido a lectores de lo más variado, el uso ilustrativo de la historia adventista por parte de Osborn hace que el libro sea especialmente indicado para nosotros. Osborn reivindica que nuestros antepasados ejemplifican expresiones de la fe cristiana tan profundamente admirables como (algo más tarde) profundamente preocupantes.

Cualquiera que considere el adventismo políticamente insulso puede ser excusado por ello: no hace tanto tiempo, la Review and Herald editorializaba contra (!) la participación en el Movimiento por los Derechos Humanos. Pero en este libro encontramos el argumento de que, lejos de ser insulsos, los pioneros adventistas eran más radicales en política que Henry David Thoreau, o que el posterior y ahora más conocido Martin Luther King.

Los pioneros eran “disidentes políticos”. Su presunto “apoliticismo” era en realidad un desafío a los poderes establecidos, un desafío comparable –argumenta Osborn– al famoso punto de vista “anarquista” por el que Noam Chomsky es famoso hoy. Los pioneros se alinearon con el abolicionista William Lloyd Garrison y promovieron la resistencia contra la Ley Estadounidense de Esclavos Fugitivos. Rechazaron llevar armas y protestaron contra el imperialismo durante la guerra de Estados Unidos contra España. Es más, apoyando a Elena White defendieron una pasión, no sólo por la libertad individual, sino también por la “justicia distributiva basada en la teología del Jubileo sabático”. Elena White declaró –sus palabras son contundentes como un mazo, o así lo parecen hoy– que las leyes de Dios “estaban diseñadas para promover la igualdad social”.

Durante la vida de la señora White, la visión de los pioneros no fue de modo alguno singular y uniforme. Como señaló Jonathan Butler en 1974 (siendo estudiante universitario), la relación de los adventistas con la república estadounidense pasó por varias fases. Pero estas fases tenían en común su sabor “anabaptista” o de “Reforma radical”: la afirmación de Osborn de que los primeros adventistas se veían a sí mismos “en tensión fundamental con la sociedad y el estado” está totalmente justificada.

Pero todo esto cambió. En un capítulo sobre “La muerte de una iglesia de paz”, el autor señala cómo desde el momento en que Elena White murió en 1915, “el ethos anabaptista de la primera iglesia fue rápidamente minado”. Para el tiempo de la Guerra del Vietnam se había producido “un espectacular giro en la identidad histórica del adventismo”. El adventismo se había desplazado desde el testimonio profético a un tipo de patriotismo cómplice. Esperamos que algún día llegue la persecución por parte del estado, pero mientras tanto nos sentimos cómodos con el nacionalismo del día a día.

La voz profética es hoy apenas un suspiro. No es que, por supuesto, toda esa tradición adventista esté muerta. El llamado actual al reavivamiento y a la reforma se hace eco de llamados anteriores, incluido el del que fue presidente de la Asociación General hace unos cuarenta años, Robert Pierson. La que está muerta, o al menos moribunda, es la tradición adventista anterior a 1915. En lo que se refiere a testimonio auténticamente profético, a la mayoría de los adventistas la visión anterior les parece como polvo de tiza, borrado hace tiempo de la pizarra de la memoria.

Quizá no tanto. Roy Branson y sus alumnos, el historiador Doug Morgan (en quien se apoya el autor de Anarchy and Apocalypse), y ahora Ron Osborn, una joven voz profética, se alzan para confrontar el aparentemente irresistible deslizamiento del adventismo hacia una forma de devoción superficial y de algún modo tranquilizadora. Para los lectores adventistas, el libro de Osborn es, de hecho, un llamado a desterrar el olvido, y a considerar si una “fe” que se siente cómoda con el actual orden político se puede considerar adventista en absoluto.

El último capítulo del libro (el más largo) comienza con un epigrama de Abraham Joshua Heschel: “La señal de Caín en el rostro del hombre ha conseguido eclipsar la semejanza a Dios”. Este diagnóstico surgió de la vergüenza y la consternación de Heschel ante la Shoah en la Alemania nazi, los pogromos de la Europa del este y muchos otros legados sangrientos del siglo XX. La imagen de Dios, venía a decir, ha sido mancillada hasta tornarse la señal de un asesino. (Los lectores adventistas informados no pueden pasar por alto cómo este lenguaje conecta con el de Elena White, quien por supuesto vio la obra de la redención como una restauración de la imagen divina que Satanás había logrado “corromper”).

El capítulo prosigue planteándose la verosimilitud de la justicia divina ante el sufrimiento humano. Principalmente a partir de la reflexión sobre los escritos de Elie Wiesel, Osborn desarrolla el argumento de que los esfuerzos para defender a Dios en este asunto mediante medios racionales, en última instancia son fallidos. Sugiere, de hecho, que esos esfuerzos son en realidad “demoníacos”.

¿Cómo puede ser? Nunca se pueden enfrentar del todo las objeciones a la justicia de Dios, lo cual es bastante malo. Y lo que es peor, los argumentos (aunque viciados) que parecen resolver la cuestión nos invitan a sentirnos demasiado a gusto con cómo son las cosas. Como escribe Osborn: “Si somos capaces de explicar la Shoah, somos capaces de aceptarla”.

Todo esto puede darse por no encontrar “respuestas” en la Escritura, sólo gritos (desde la fe) de frustración e ira. A fin de cuentas, uno puede convivir con aquello que puede aceptar. Para la mente bíblica, la verdadera humanidad significa rechazo –un rechazo total e inequívoco– de la aceptación, la resignación, la pasividad. Para que la imagen del Creador sea restaurada en nosotros, cualquier retirada escapista o irresponsable debe evaporarse por completo. Para reflejar la imagen de Dios, Osborn sugiere que los seres humanos deben defender la vida humana, y protestar cuando la “santidad” de la vida sea “violada”.

Si nuestra semejanza a lo divino es “borrada casi por completo” –una expresión que tomo de Elena White–, es difícil defender a Dios: ¿Dónde se hallará la imagen divina? ¿Cómo defender este caso? Ésa es la razón por la que, en un mundo violento en el que la marca de Caín oscurece la imagen divina, no es sorprendente el “eclipse” de Dios (así lo llamaba el filósofo judío Martin Buber).

Lo que ocurre, en parte, es que Dios (como propone Martin Buber y destaca Osborn) simplemente hoy guarda silencio; en la Biblia hebrea, escribe Buber, “el Dios vivo no sólo es un Dios que se revela, sino también un Dios que se oculta”.

Ése es un pensamiento difícil, pero, en cualquier caso, los eclipses son temporales. Y si la luz divina puede volver a emerger, quizá lo haga a través de la reaparición de la imagen divina. Osborn así lo insinúa, y ello es digno de consideración. Si la “obra de salvación” –otra expresión que tomo de Elena White– de algún modo restaura la imagen de Dios en nosotros, el que abracemos esa salvación podría contribuir a repeler las tinieblas. Dios de algún modo debe ser tangible, y ¿qué mejor manera de hacer a Dios tangible que por medio del amor divino hecho visible en nosotros?

La pasividad, por lo visto, es la máxima traición a Dios. Cuando nuestro testimonio ya no es “profundamente subversivo” contra los poderes dominantes (contrarios al amor), ya no merece el nombre de testimonio cristiano. Pero tan pronto como relacionas las palabras de Elena White sobre la restauración de la “imagen” de Dios con la lucha de nuestros pioneros por ser una verdadera “iglesia de paz”, te das cuenta de repente de que la historia del adventismo proporciona el impulso para dar un testimonio que sea realmente importante: nos puede motivar a un amor radical (y por tanto bien visible y potencialmente persuasivo).

Pero tienes que recordar la historia.

El pastor Wilson, en su sermón de diciembre a la Generación de Jóvenes para Cristo, se quejó de que haya quienes piensan que la obra de Elena White “podría tener cierto valor devocional”, pero por otro lado la ponen en entredicho por tener una “perspectiva limitada al siglo XIX”.

Como todo autor del Nuevo Testamento sabía –y todos nosotros debemos saber–, la fidelidad a una tradición viva no consiste en una reproducción mecánica de la misma. Los pioneros crecieron en comprensión, de modo que una simple vuelta atrás es una traición. Aun así, el pastor Wilson tiene razón en que si reducimos a Elena White (o a los pioneros en general) a un estatus meramente “devocional”, la marginamos y traicionamos su legado.

La ironía es que, con su fracaso en comprender la historia completa del adventismo primitivo, son los propios defensores de la devoción de los años 20-60 quienes están marginando la visión adventista propia del siglo XIX. Pero por supuesto todos nosotros cargamos al menos con alguna responsabilidad por haber perdido la conexión con nuestros predecesores. Si realmente quisiéramos un reavivamiento y una reforma, todos estaríamos tratando de solucionar el problema.

Con ese libro, Ron Osborn ha ofrecido una contribución magnífica y maravillosamente provocativa a ese fin.

Anarchy and Apocalypse está publicado por Wipf y Stock/Cascade Books y puede solicitarse aquí.

jueves, 24 de febrero de 2011

“Relihoaxes” (1): La NASA y la Biblia

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/
Publicado también en Café Hispano (Spectrum)



Los rumores siempre han existido. Algunos de ellos están tan difundidos que hoy en día muchos dan por verdaderas supuestas informaciones que en realidad no podemos saber hasta qué punto son ciertas o no. En muchos casos, simplemente analizando su contenido y la (falta de) lógica interna, podemos concluir que algunas de estas historias son falsas. Siguiendo su rastro también se puede averiguar su origen, y a veces por tanto su intencionalidad. Este tipo de relatos, conocidos tradicionalmente como “leyendas urbanas”, han proliferado desde que existe Internet, medio en el que se conocen como hoaxes (“bulos”). El artículo No a los hoaxes explica el fenómeno y lo ilustra con varios ejemplos típicos.


Existe una categoría de bulos relacionada con cuestiones religiosas, a la que denominaré “relihoaxes”. Algunos consisten en una noticia falsa, normalmente generada por la adulteración o el cruce de informaciones verdaderas (véase Obama y la ley dominical). Otros son el clásico llamamiento humanitario, en ocasiones con petición de oración, ante alguien que supuestamente está en peligro. Los hay que tratan de defender la verdad cristiana mediante historias que, se supone, apoyan la inspiración de la Biblia. Entre estas últimas, quizá la que más ha circulado sea la que se refiere a una supuesta investigación de la NASA que confirmaría el relato del “día perdido” mencionado en Josué 10. Se encuentra en miles de sitios de Internet, en forma de texto, de presentación de diapositivas y hasta de vídeo (por ejemplo, aquí).





La historia



La historia cuenta cómo “recientemente […] nuestros astronautas y científicos espaciales en Green Belt, Maryland […] estaban verificando la posición del sol, la luna y los planetas para saber dónde se encontrarían dentro de cien años y en los próximos mil años”; para ello hicieron que el programa informático reconstruyera la posición de los planetas también en el pasado, pero en ese proceso llegó a un punto en el que la máquina se detuvo, indicando un error. “Decidieron entonces llamar a la oficina de mantenimiento para revisarla; los técnicos encontraron que la computadora estaba en perfectas condiciones” e informaron de que habían encontrado que faltaba “un día en el universo del tiempo transcurrido en la historia”. Un cristiano del equipo recordó entonces el pasaje del libro de Josué, capítulo 10, en el que Dios detiene el sol para que Israel pueda ganar una batalla. “Los ingenieros del Programa Espacial dijeron: ‘¡Ese es el día que falta!’”, así que pusieron el programa en funcionamiento y descubrieron que “el lapso que faltaba en la época de Josué era de 23 horas y 20 minutos, no era un día completo”. El ingeniero cristiano indicó que en 2 Reyes 20: 8-11 se cuenta cómo Dios hizo que la sombra retrocediera diez grados como señal de que el rey Ezequías sanaría; éstos conformarían exactamente los 40 minutos que le faltaban a la computadora de la NASA.




Por qué es un hoax



No hace falta tener muchos conocimientos de astronomía ni de informática para concluir que esta historia es un bulo. En primer lugar, presenta las principales características de los hoaxes:



1. Es un texto breve, al que algunos han añadido imágenes y otros han dado formato de presentación de dispositivas o de vídeo.



2. Carece de fecha de publicación y está redactado de la manera más atemporal posible para que perviva el máximo tiempo circulando en la red. El hoax habla de que el experimento se produjo “recientemente”, y en algunos sitios se titula “Nuevo descubrimiento de la nasa sobre la veracidad de la Biblia”.



3. Atribuye la historia a una prestigiosa entidad como la NASA.



4. No ofrece ni un solo nombre de los científicos que participaron en la supuesta investigación (sí se menciona a Harold Hill, quien efectivamente existió y difundió este cuento).



5. No cita con precisión fuentes rigurosas (revistas científicas, webs especializadas…).



6. Está muy mal redactado, con incorrecciones sintácticas y ortográficas y errores en los signos de puntuación.




El recorrido de este cuento



En segundo lugar, el itinerario de este “nuevo descubrimiento” demuestra su falsedad, tal y como se expone en el artículo de Bert Thompson ¿Ha Descubierto la Nasa el “Día Perdido” de Josué?, publicado en la interesante web http://www.apologeticspress.org/. Ya en 1936, veintidós años antes de que se fundara la NASA, un tal Harry Rimmer mencionaba a dos científicos (Ball y Totten) que, según él, habían probado astronómicamente que faltaba un día en el cómputo del tiempo, sin aportar la más mínima prueba o argumentación al respecto.



Después de un tiempo, según Thompson, «alguien (hasta este día, nadie sabe quién) redescubrió la historia, la “desempolvó”, le dio algo de adorno (sin duda para hacerla más atractiva para la mente científica moderna), proveyó nombres (de individuos, compañías y ciudades) y luego, para que no falte algo, incluyó una referencia a una agencia popular del gobierno que fue, y es, objeto de interés público (la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio—NASA). Con esta “nueva versión” de la historia ahora completa, ésta llegó a tener una credibilidad inherente que pocos pensaron poner en duda o cuestionar».



En 1974 Harold Hill, presidente de la Compañía de Motores Curtis (Baltimore, EE.UU.), en su libro How to Live Like a King’s Kid, reproducía la historia, sugiriendo que él mismo había mantenido contacto personal con la NASA, de modo que otorgaba credibilidad al bulo (sin embargo, la conexión de Hill con la NASA era comercial, y no tenía nada que ver con la investigación astronómica). En 1989 el doctor Davidheiser preguntó sobre este asunto a la oficina de la NASA en Greenbelt (Maryland), desde donde le respondieron que no sabían nada del señor Harold Hill y no podían corroborar la referencia del “día perdido”.




El contenido del cuento



En tercer lugar, el propio contenido de la historia pone en evidencia su falsedad.



1. La historia muestra una gran ignorancia sobre cómo funcionan los ordenadores, al menos los actuales. Según el texto, “se hizo que la computadora corriera a través de los siglos y de repente se detuvo”; como había “algún error en la información con la que había sido alimentada o con los resultados […], decidieron entonces llamar a la oficina de mantenimiento para revisarla; los técnicos encontraron que la computadora estaba en perfectas condiciones”. En el caso de que unos técnicos hubieran hallado un problema de funcionamiento en un programa de simulación, no habrían llamado al técnico de la computadora (hardware), sino que ellos mismos habrían revisado su propio programa informático (software). Y en caso de que en los ordenadores antiguos hardware y software estuvieran integrados, lo lógico es que los que realizaron el experimento fueran los mismos técnicos, y no hubiera necesidad de llamar a la oficina de mantenimiento.



2. Un ordenador puede determinar la posición de los cuerpos celestes en una fecha determinada del pasado, debido a la regularidad de sus movimientos: de este modo, podemos saber en qué fechas se produjeron y cuándo volverán a producirse determinados eclipses, cuándo cierto cometa se acercó a la tierra y cuándo volverá a hacerlo, etcétera. Pero esa reconstrucción del pasado la realiza a partir de los datos introducidos en el programa. Como dice Paul Bartz en el artículo citado, «las computadoras no son máquinas mágicas que pueden averiguar cosas que están escondidas de la gente normal. Aunque son tan maravillosas, están limitadas por el conocimiento que nosotros les damos. […] Aunque una computadora pudiera ser usada para producir un calendario desde hoy hasta el pasado distante, lo cual no es una práctica inusual, una computadora no podría decirnos si algún tiempo estuvo ausente o no». Para que alguien, humano o electrónico, pudiera detectar un parón en el tiempo pasado, éste debería haber quedado registrado de algún modo, algo que en principio es imposible. Un programa informático reconstruye el pasado a partir de los datos del presente, que de ninguna manera pueden incluir la excepción que supondría una parada planetaria, a no ser que los programadores introduzcan ese dato (en cuyo caso, lógicamente, el ordenador no probaría la existencia del milagro, ni mucho menos).



3. Si realmente un ordenador pudiera retroceder mágicamente “a través de los siglos” y “de repente” detenerse, proporcionaría el día exacto (según nuestro calendario actual) en que se produjo la “parada del sol”, así como el día en que Ezequías ganó “cuarenta minutos”. Pero el cuento que circula masivamente no dice nada sobre estas fechas, que serían el dato fundamental.



4. El bulo parte de la convicción de que el fenómeno descrito en Josué 10 supuso una parada del sistema solar (y quizá, por tanto, de todo el universo). La historia del cristianismo debería prevenirnos ante semejantes especulaciones; no olvidemos el rechazo que sufrió el heliocentrismo en la cristiandad de la Edad Moderna por el hecho de que, según las diferentes iglesias, la Biblia establecía en este pasaje que es el Sol el que gira alrededor de la tierra, pues el texto dice que «el sol se detuvo». Quienes creemos que el relato bíblico es cierto interpretamos hoy, a la luz de conocimientos astronómicos indubitables, que no fue el sol el que se detuvo, al menos con respecto a la Tierra, sino que en todo caso se paró ésta con respecto a aquel. Pero del mismo modo que entendemos que el relato no es literal en este punto, lo más lógico es pensar que Dios operó algún tipo de milagro local mediante el cual el ejército de Josué pudo seguir batallando mientras veía el sol, sin que necesariamente se detuviera el movimiento de todos los cuerpos celestes, con todo lo que ello implicaría de alteración cataclísmica de las dinámicas naturales: medio planeta expuesto al sol durante muchas más horas de las habituales, la otra mitad privada del sol el mismo tiempo, desaparición temporal (con todas sus implicaciones en los océanos, etc.) del efecto Coriolis… Dios tendría que haber realizado millones de milagros atmosféricos y ecológicos simultáneos para no alterar el equilibrio natural. Es algo que por supuesto está a su alcance, pero resulta más sencillo pensar en el efecto local del milagro. Otro tanto se podría decir del fenómeno que observó Ezequías.




Conclusiones



1. Cualquier persona con cierta formación, o que simplemente reflexione un poco sobre el contenido de este tipo de relatos, deducirá o al menos sospechará que se trata de bulos. Ya el hecho de que haya presuntos cristianos a quienes no les importe falsear la realidad con tal de defender sus creencias, hace un flaco favor a la verdad cristiana. Bajo ningún concepto podemos aceptar que el fin justifica los medios.



2. Quizá quienes inventan estas historias lo hagan con la “bendita” intención de defender la Biblia, pero el caso es que lo que consiguen es dañar la credibilidad de la Biblia. Su difusión ofrece una lamentable imagen del nivel cultural e intelectual medio de los creyentes. El no creyente que reciba el bulo deducirá, no sin razón, que si el amigo cristiano que le ha mandado la historia es capaz de creérsela, no es de extrañar que también se crea “otros bulos”, como los relatos milagrosos de la Biblia, o la propia existencia de Dios. Cuando se mezcla la verdad con la falsedad, la única perjudicada es la primera.



3. Hay quienes reciben mensajes de este tipo y no acaban de tener claro que sean ciertos, pero “por si acaso” los envían a sus numerosos contactos. Quizá añadan algún comentario escéptico, pero entre esos destinatarios habrá quienes se lo crean a pies juntillas y lo manden a otros tantos amigos con la convicción de que es real. Quien reenvía algo sin tener la certeza de que es verdad, se hace corresponsable de la multiplicación imparable de una falsedad. ¿Enviaría alguien una noticia impactante sobre un amigo o familiar suyo sin tener pruebas de que es totalmente cierta? Pues tampoco debería hacerse con otras “noticias”.



4. Entre los relihoaxes destacan aquellos que tergiversan o directamente inventan historias que tratan de denigrar a un conjunto de creyentes, en especial a los musulmanes (véase “Hoaxes” políticos). Todos (quizá de forma especial los colectivos religiosos, y no digamos las minorías) deberíamos ser especialmente cuidadosos con la difusión de mensajes que pueden afectar a la imagen de un grupo de personas. Por mucho que lo que hayamos recibido coincida con nuestras impresiones o esquemas previos, antes de reenviar alegremente a nuestros contactos un texto o una presentación, debemos comprobar si aquello que nos llega está totalmente probado.



5. Comprobar si un mensaje es un hoax resulta relativamente sencillo; aparte de la citadas y típicas características de los hoaxes, con sólo escribir la palabra “hoax” y el asunto del mensaje o alguno de sus conceptos clave en un buscador, encontraremos páginas donde se discute y se analiza la veracidad o no del mensaje; usando el sentido común es fácil determinar la verdad. Y si no acabamos de estar seguros, apliquemos el criterio de abstención en caso de duda y no demos por cierto algo que no está probado.



6. Quizá a algunos les llegue un mensaje de este tipo y no sientan que tienen la capacidad de hacer la indagación para determinar si es cierto o no. Pero seguro que entre sus contactos hay alguien que tiene conocimientos o formación sobre el asunto. En lugar de enviar la “noticia bomba” a todos, puede consultar a esas personas.



7. Lo que sí conviene difundir son análisis rigurosos como los de los artículos citados, o webs como http://www.rompecadenas.com.ar/, cuyo objetivo es orientar y clarificar respecto a estos asuntos. También sugiero reenviar mensajes de prevención, como el de este mismo artículo.