jueves, 29 de diciembre de 2011

¡Despertad!: Unidos seremos relevantes

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)

http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/

En Protestante Digital se puede escuchar una
entrevista al escritor evangélico Mario Escobar, y leer un resumen de la misma, que reproducimos a continuación. Escobar acaba de publicar el libro ¡Despertad!, en el que ofrece un diagnóstico del mundo protestante en España y aporta varias ideas para ser “luz y sal” en la sociedad actual. Considero que las palabras de este autor se pueden aplicar perfectamente a la Iglesia Adventista española y a su misión.

Escobar nos invita a reflexionar sobre las posibilidades que la sociedad actual nos ofrece para dar testimonio (ver también
Una red de activistas del evangelio). Además de presentar al mundo nuestro mensaje distintivo, podemos actuar en coordinación con otros colectivos para defender causas justas que son una exigencia del evangelio. Jonás Berea.



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Ante una “encrucijada histórica” como la que enfrenta este país en la actualidad, el pueblo evangélico “debe unirse para reivindicar sus derechos hacia una mayor igualdad”. Esta es una de las ideas que defiende el escritor Mario Escobar Golderos en su última publicación, un ensayo titulado ¡Despertad! editado por Noufront. […]


CONTRA EL “GUETO” EVANGÉLICO

Escobar explica su visión del mundo evangélico en España. ”Por desgracia el pueblo evangélico se ha conformado a ver que sus iglesias se llenaban más o menos con la inmigración. Eso le ha hecho adormecerse en la misión de predicar”, apunta el escritor.

Al mismo tiempo, explica, la vivencia evangélica se ha hecho “personalista” hasta el punto de casi desaparecer del ámbito público, en parte por culpa de la ocultación obligada de la fe durante gran parte del siglo XX.

“Por eso nos cuesta participar en la sociedad”, añade Escobar, y parece “que lo que hacemos pasa desapercibido para la sociedad, y sólo podemos ser sal y luz si estamos en el sitio donde Dios nos ha puesto. Debajo de la mesa no podemos cumplir la misión de Dios”.

Para salir de esto, hay que comenzar “por despertar”, siendo una iglesia que sepa acercarse, ya que “está muy separada de la sociedad secular”. “Tenemos que aprovechar –agrega Escobar– lo que tenemos en común con la sociedad” para dejar nuestra impronta: la historia, la literatura o las artes son cosas “que podemos compartir”.


ACTUAR CON VALENTÍA

Pero ¿cómo salir “afuera” y ser relevantes en la sociedad? En ¡Despertad!, Mario Escobar apunta varias propuestas.

“No somos conscientes a veces de nuestro potencial”, dice el escritor. ”La capacidad que tenemos, de nuestra juventud, de los ministerios que realizamos. Y nosotros nos vemos pocos, incapaces, sin mucha fuerza”. Por tanto, primero lo que necesitamos es un cambio de actitud y mentalidad.

“No debemos conformarnos. Tenemos que potenciar desde las iglesias que las personas estén haciendo literatura, películas”, añade Mario Escobar, que rechaza el concepto de “arte cristiano” para abrazar la idea de “arte hecho por cristianos” como forma de llegar a la gente en su lenguaje.


MÁS PARTICIPATIVOS

Además, apunta a un cambio en las instituciones evangélicas para que se vuelvan más activas en la vida social y política del país. “En 2011 ha habido un revulsivo para muchos. Lo que ha pasado en Barcelona o en Madrid –con las licencias de los lugares de culto– ha hecho que las instituciones se movieran más”, explica Escobar.

Por otra parte se está dando un crecimiento notable en las iglesias que no se ve reflejado en las instituciones, que en su opinión “siguen movidas por un pequeño grupo de personas”. Escobar propone “que las organizaciones escuchen a los cristianos 'de a pie'. Que se cuente más con el cristiano de base, que tiene una opinión y quiere participar en las instituciones”.


UNA LABOR QUE HACER

La necesidad siempre es oportunidad, y como evangélicos éste podría ser un motor. “Siempre que un colectivo como el nuestro, con una base profunda, se pone en marcha, pasan dos cosas”, apunta el escritor. “Lo primero es que van a cambiar cosas en la sociedad, se nos tomará en cuenta como colectivo. Pero en segundo lugar también sufriremos una oposición, porque hay intereses mediáticos, religiosos o políticos que prefieren un pueblo evangélico dormido”.

“Un pueblo evangélico más activo podría suponer cambiar realidades a las que nos hemos conformado, como el espacio público cerrado a las iglesias, normas distintas para abrir un lugar de culto, o los privilegios de algunos. Esto iría cambiando, se rompería el status quo. Pero creo que a la larga sería positivo para toda la diversidad religiosa en España”, concreta Escobar.

La labor en la sociedad comienza por darse a
conocer. “Sigue habiendo mucha gente que ignora lo que somos. No hemos hecho demasiada pedagogía. Ahora tenemos medios de comunicación, vamos escribiendo muchos tipos de libros, editoriales que surgen con un enfoque más secular. Estos medios nos permitirán acercarnos a la gente, y así se quitarán susceptibilidades. Los protestantes seguimos siendo asociados a grupos sectarios”.

A través de este conocimiento “se facilitaría que pudiéramos transmitir nuestro mensaje, porque quien desconfía del mensajero no recibe le mensaje”.


EJEMPLO A SEGUIR

El 31 de octubre las iglesias evangélicas en España celebraron el Día de la Reforma. La figura de Lutero es, para Escobar, un buen ejemplo a seguir para saber cómo actuar en nuestros días.

Lutero “tuvo la valentía de denunciar las indulgencias cuando vio que detrás había un poder económico. Fue un despertador de conciencias porque gracias a sus escritos, a los pasquines que se distribuían por Europa, levantó a una Europa dormida”. Gracias a su obra “el hombre europeo encontraría que tenía una fuerza mayor de la que pensaba”.

Mario Escobar anima al pueblo evangélico a contagiarse de esa “visión profética” de la vida de Lutero que le llevó a enfrentarse a los poderes de su tiempo “sin temor a perder su posición y aún arriesgando su vida. Denunció lo que estaba mal en la sociedad, en la iglesia, lo hizo con valentía, y además acercó la Biblia al pueblo, ya que tradujo la Biblia al alemán popular, para que lo pudieran entender plenamente”.


LA SITUACIÓN POLÍTICA ACTUAL

Escobar entiende que, con el Partido Popular formando Gobierno con mayoría absoluta, será complicado que haya avances en cuanto un desarrollo de la ley de libertad religiosa que el anterior Gobierno dejó aparcada.

“A nadie se le escapa que el PP es un partido con una buena mayoría católica, que históricamente tienen una gran sintonía. No espero un retroceso, pero sí un mantenimiento de lo que hay, que es injusto, y un retraso indefinido de una ley de libertad religiosa”, apunta Escobar.

Además es posible “que la presión crezca” sobre los evangélicos “con la idea de parar las libertades de las minorías religiosas, enfocándose en el Islam”, advierte.

[En la
entrevista completa Escobar desarrolla la idea de que los protestantes debemos hacer nuestra aportación en la consecución de un estado auténticamente laico, eliminando el confesionalismo y los privilegios de la iglesia históricamente dominante, y añade: «Estamos en una encrucijada histórica como país, y creo que es una oportunidad para todos que unidos podamos cambiar algunas realidades de nuestra sociedad, no sólo con respecto a la libertad religiosa, sino con respecto a otras áreas. […] Es un buen momento para que unidos, y más unidos que nunca, podamos reivindicar nuestros derechos como colectivo e individuales, hacia una mayor igualdad, y que por fin en España suceda, después de tantos siglos de persecución, una verdadera transición religiosa que haga que no haya ciudadanos de primera y de segunda clase». JB]


¡DESPERTAD! Y OTROS PROYECTOS

El escritor finaliza su entrevista hablándonos de futuros proyectos. Entre ellos una nueva novela titulada Exterminio, retrato de la colonización de América; y en segundo lugar una biografía sobre Winston Churchill.

De momento, es posible adquirir ¡Despertad!, de Mario Escobar Golderos, que ha sido publicado por Ediciones Noufront y por lo tanto está disponible para su compra en la tienda online
www.noufrontstore.com.



martes, 8 de noviembre de 2011

Es necesaria una mayor transparencia en la administración de la iglesia

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/

Publicado también en
Café Hispano (Spectrum)

Recientemente la agencia oficial de noticias Adventist News Network ha informado de algunas reuniones de dirigentes adventistas en las que se ha tratado el asunto de la transparencia en la administración de nuestra iglesia. Según una noticia del 12 de abril de 2011 (publicada
sólo en inglés por ANN, pero traducida al español en la web de la Unión Española), en el consejo de primavera celebrado en abril de 2011 en Alabama (Estados Unidos), se expuso un documento de 12 páginas, “Transparencia y responsabilidad en los informes financieros”, que sugería «la necesidad de mejorar la cultura del liderazgo de la iglesia en todos los niveles de la organización», con el fin de generar una mayor confianza de todos los miembros de iglesia y de los interesados.

Según Juan Prestol, subtesorero de la Iglesia Adventista mundial, «no es un problema de auditoría, es una cuestión de carácter», «ya que las auditorías sólo descubren problemas después del hecho» y por tanto llegan demasiado tarde. Lo que se necesita, agregó, son «cambios en el ADN del liderazgo adventista».

El presidente mundial, Ted Wilson, dijo que los miembros del consejo no deben temer a las preguntas que se les presenten: «En los consejos, hagan preguntas. No asuman que otros se vayan a preocupar por ello». Insistiendo en la idea, el presidente de la División Norteamericana, Dan Jackson, agregó: «No debería haber amigos en salas de juntas… Si me siento en esa mesa y respondo a las preguntas sobre las que el consejo me pide explicaciones porque soy un amigo, realmente no tengo nada que hacer en esa mesa. Deben desafiarme y hacerlo con una sonrisa.»

Ella Simmons, vicepresidenta general de la iglesia mundial, planteó la cuestión de este modo: «Por supuesto nos centramos en operaciones financieras; pero ¿cómo podemos operar con integridad y de forma ética, si no valoramos el comportamiento ético en todas las áreas de nuestro trabajo, de nuestro ser, nuestras relaciones, nuestra calidad en el rendimiento? Debe ser integral».

Según
otra noticia, en el Concilio Anual de octubre de 2011 se trató el asunto de las cifras de miembros de iglesia. David Trim, director de archivos, estadísticas e investigación en la sede central de la Iglesia Adventista en Silver Sprint (Maryland, Estados Unidos), afirmó: «Las piedras pueden clamar, pero también pueden hacerlo las estadísticas de miembros si tenemos oídos para oír. [Las cifras] nos dicen que éstas no son completamente exactas», y añadió: «Creo que las inexactitudes no se han introducido por un deseo de engañar, sino por no llevar registros correctos. ¿Hemos exagerado las ganancias y disimulado las pérdidas?».

Cuando se apliquen las revisiones y auditorías planificadas para los próximos años, es probable que se constate una disminución general de los aproximadamente 17 millones que afirma tener la iglesia en todo el mundo. «El llamado a un mayor escrutinio de las estadísticas refleja un deseo de exactitud y transparencia», dijo Trim. «Como siervos de Dios y de su iglesia, la primera necesidad es ser abiertos y honrados al expresar las cifras de feligreses». Y en su exposición salió al paso de una posible respuesta según los esquemas clásicos basados en la preocupación permanente sobre las cifras: «Esto no significa que Dios no ha bendecido a la iglesia o que no la esté bendiciendo», dijo. «Significa que estamos siendo honestos».

«Realmente quiero expresar mi aprecio a la Secretaría por esta valiente medida», declaró Paul Ratsara, presidente de la División de África Meridional y Océano Índico. «Esta es una prueba de responsabilidad y transparencia para todos nosotros. Creo que realmente tenemos que hacerlo».

El
19 de octubre ANN informa de las declaraciones de Paul Douglas, que dirige el servicio de auditoría de la iglesia, en ese mismo concilio: «Como organización cristiana, hay una expectativa más grande de que cada persona –pero en particular los líderes– demuestren una conducta ejemplar en temas financieros, garantizando que estén de acuerdo a los principios bíblicos, los parámetros legales, las normas profesionales y los reglamentos denominacionales».

En ese encuentro se votó la aceptación del documento denominado “Transparencia y responsabilidad en los informes financieros”, presentado tiempo atrás por Douglas y Robert E. Lemon, tesorero de la iglesia mundial. El documento anima a los líderes de la iglesia en todo el mundo para que fomenten una mejor cultura de liderazgo, delineando lo que denomina “el ciclo de credibilidad”. Según ANN, «el liderazgo responsable y la auditoría transparente producen una mayor confianza entre todas partes interesadas. En la práctica, significa que los feligreses se sienten confiados al devolver los diezmos y las ofrendas porque ven que los fondos son administrados de manera juiciosa».

«La transparencia y la responsabilidad abarca mucho más que sólo actividades financieras», dijo Ted N.C. Wilson, presidente de la iglesia mundial. El documento incluye un mensaje suyo en el que hace un llamado a un «elevado nivel de integridad» para inspirar «confianza en el liderazgo».

G. T. Ng, secretario de la iglesia mundial, expresó que «la transparencia tiene que seguir siendo la postura natural de la iglesia». Algunos delegados sugirieron maneras en que el liderazgo puede promover un ambiente de transparencia: «dar ejemplo», «garantizar la apertura», «minimizar los riesgos de que la gente sienta temor de hablar», fueron algunas de las propuestas. Otro comentó: «No podemos suponer que las personas espirituales también son éticas y morales. Se necesita la capacitación adecuada».


Reflexiones

1. Es muy positivo que los dirigentes de máximo nivel de nuestra iglesia no sólo reflexionen, sino que además voten resoluciones que implican una actuación decidida en cuanto al problema de la falta de transparencia en la administración de la iglesia.

2. También es alentador encontrar información sobre estos asuntos en la agencia oficial ANN (léase también la interesante
Carta abierta a un dirigente adventista publicada en la Adventist Review).

3. La mayor parte de las declaraciones recogidas contienen implícita y hasta explícitamente una tan sana como necesaria autocrítica de los dirigentes con respecto a cómo se ha trabajado hasta ahora. Si se dice que «hay una expectativa más grande de que cada persona –pero en particular los líderes– demuestren una conducta ejemplar en temas financieros, garantizando que estén de acuerdo a los principios bíblicos, los parámetros legales, las normas profesionales y los reglamentos denominacionales», es obvio que no siempre se ha seguido esta línea de actuación. Cuando se insta a actuar de forma que «los feligreses se sienten confiados al devolver los diezmos y las ofrendas porque ven que los fondos son administrados de manera juiciosa», se está reconociendo que hay hermanos que desvían esas donaciones precisamente porque constatan una falta de transparencia.

4. Si se oyeran algunas de estas afirmaciones en boca de hermanos que no ocupan puestos de responsabilidad, quizá alguien las designaría con calificativos como “críticas destructivas”, “desconfianza en los hombres designados por el Señor”, u otros similares que más de una vez se han pronunciado. El hecho de que los máximos responsables se expresen en estos términos debería hacer ver a otros dirigentes que la crítica constructiva es imprescindible en nuestro medio, y que todos estamos llamados a hacerla sin que recaiga sobre nadie la sospecha de querer hacer daño a la iglesia. (Un ejemplo reciente de aportaciones constructivas: el documento
Ante la próxima Asamblea de la Unión Adventista Española).

5. Uno de los campos en los que tiene que haber un replanteamiento es el de la obsesión por las cifras de miembros. Gracias a Dios, hace años que el hermano G. T. Ng lo viene enfocando de forma renovadora, tal como analizamos en el artículo
¿Aumento o crecimiento?. Ahora bien, parece que algunos no pierden esa obsesión. Tal como informa ANN, el presidente de la División de Asia Pacífico Norte «reconoció la pérdida de decenas de miles de nombres durante una auditoría reciente. Sin embargo, nuevos esfuerzos de evangelización en la China y otras naciones de la división han marcado una recuperación de esas cifras, y se está discipulando y apoyando a los nuevos miembros para que sigan activos en la iglesia».

6. Es significativo, y a la vez muy triste, que tomar medidas de transparencia sea considerado como algo “valiente”, o que se inste a que la gente “no sienta temor de hablar”. Debería hacernos reflexionar profundamente el hecho de que entre hermanos se haya llegado a la situación en que algunos sientan temor por defender sus convicciones.

7. Aunque sin duda el camino por recorrer todavía es largo, es estimulante comprobar cómo el Espíritu de Dios está actuando para corregir errores y tendencias negativas que llevan mucho tiempo acumulándose.





domingo, 23 de octubre de 2011

Ante la próxima Asamblea de la Unión Adventista Española

La XIX Asamblea de la UAE dará comienzo el 4 de abril de 2012




Por favor, insertar los comentarios a este post en: http://spectrummagazine.org/cafe_hispano/2011/10/20/ante-la-pr%C3%B3xima-asamblea-de-la-uni%C3%B3n-adventista-espa%C3%B1ola




PRESENTACIÓN


Ante el llamado al reavivamiento y la reforma propuesto por la Asociación General (AG) y ante la proximidad de la convocatoria de la XIX Asamblea de la Unión Adventista Española, somos muchos los miembros de iglesia que creemos necesario, y así lo manifestamos, un serio replanteamiento en las actitudes y en los procedimientos administrativos de nuestra iglesia, ya que éstos tienen una gran influencia, tanto positiva como negativa, en el espíritu del creyente, en su integración y pertenencia a la iglesia, en su reavivamiento espiritual y en su implicación en la finalización de la obra.

En nuestra iglesia hay una gran necesidad de transparencia informativa en todos los ámbitos de la dirección de la iglesia.

Todos los miembros de iglesia somos corresponsables de la misma. Recordemos que según el Manual de la iglesia “la autoridad de la iglesia descansa en sus miembros” (p. 25; negrita añadida). Por este motivo, todos los miembros tenemos el derecho y el deber de estar bien informados sobre las cuestiones administrativas de la iglesia. Como es natural, esto requiere respetar el principio de transparencia informativa.

No tiene sentido en nuestro ámbito que –aunque sea con la mejor intención– se dosifique u oculte la información a la feligresía, pues nuestros principios organizativos no buscan el predominio de unos sobre otros, sino que más bien deben prevenirlo. En este sentido, afirma Elena White que “en la iglesia ha de mantenerse una disciplina que proteja los derechos de todos y aumente el sentido de mutua dependencia. Dios nunca se propuso que la mente y el juicio de un solo hombre fueran el poder dominante. Nunca dispuso que un hombre gobernara, planificara y dispusiera sin la consideración cuidadosa y acompañada del cuerpo entero, a fin de que todos actuaran de manera firme y armoniosa” (Mensajes selectos, t. 3, pp. 16-17; cursiva añadida).

A fin de llevar a cabo esa labor colectiva, es pues indispensable que todos los hermanos dispongan de la información relevante para poder participar en la organización común. Y esa participación, así como todos los procesos administrativos, han de llevarse a cabo siempre –sin perjuicio de la lógica prudencia– de la manera más abierta y transparente posible, conforme a los valores evangélicos que profesamos (ver Mateo 5: 14-16; Lucas 8: 16-17; 12: 2-3).




1. DOCUMENTOS NORMATIVOS Y ADMINISTRATIVOS

Working Policy


El Working Policy (WP) es el documento por el que se rige el funcionamiento administrativo de la Iglesia Mundial. Todos los demás documentos administrativos de cada uno de los niveles organizativos e instituciones deben regirse por él. Por ello es urgente promover el conocimiento del WP entre todos los hermanos de la iglesia. Esto evitaría que en la Asamblea, por desconocimiento, como ha ocurrido en alguna ocasión, se aprueben medidas que sean contrarias a él que luego sea necesario rectificar.

Estatutos

Los Estatutos y el Reglamento de la Unión Adventista Española, que regulan el funcionamiento representativo de la iglesia, son documentos públicos accesibles a cualquier persona perteneciente o no a la Iglesia Adventista. Dada su importancia, es vital que sean conocidos por todos los miembros de la Unión española (administradores, pastores, obreros y laicos) a efectos de una organización y administración de la iglesia compartidas por todos, de la misma manera que son de obligado conocimiento las normas que regulan el funcionamiento de cualquier grupo social, como una comunidad de vecinos, una empresa o un municipio.


Manual de la iglesia

El Manual de la iglesia es un documento aprobado por la Asociación General que describe el funcionamiento de la iglesia local, su estructura, departamentos, creencias y normas. Nos encontramos con que muchas veces no tenemos claro cuál es el valor normativo de muchos de sus contenidos, o –en su caso– si sólo tienen carácter descriptivo y/o consultivo pero no vinculante. Sería necesaria una clarificación en el marco de la Asamblea por parte de quien competa, a fin de que los miembros de iglesia sepan a qué atenerse en las diferentes circunstancias en las que se encuentren.



Propuestas

Hemos constatado el desconocimiento de una gran parte de la feligresía tanto de la existencia de estos documentos como de su importancia. Ello es debido, en gran manera, al difícil acceso que tenemos a ellos, ya que debemos solicitarlos explícitamente al pastor o a la Administración y muchas veces nos topamos con la reacción de sospecha sobre qué intenciones se tienen al pedir los documentos. La iniciativa de dar a conocer estos documentos debería partir de los pastores y de los administradores.

Por ello proponemos:

· La publicación en la página web de UICASDE de los Estatutos y Reglamentos de la Unión Adventista Española.

· Que se establezca como norma que cada miembro de iglesia, máxime si pertenece a la junta de iglesia u ocupa cargos institucionales, disponga de una copia de los Estatutos y del Reglamento y del Manual de la iglesia.

· La elaboración por parte de la Unión de un folleto informativo que resuma, con apoyo gráfico, la estructura administrativa de nuestra iglesia, de modo que todos los miembros sepan qué es el Consejo de la Unión y de qué miembros se compone, cuáles son las instituciones de la iglesia, cómo funciona la Asamblea…

· Que se disponga de un stock suficiente de copias del Manual de la iglesia en las distintas librerías de Iglesia que permitan su adquisición por cualquier miembro.

· Que se fije un plazo para la traducción del Working Policy al castellano (a menos que ya exista). Aun antes de traducirlo, establecer un programa de formación de administradores, pastores y laicos en los puntos del WP que más afecten a la Unión española.


2. FORMACIÓN Y PARTICIPACIÓN DE LOS MIEMBROS DE IGLESIA

Nuevos miembros.
Convendría que en la formación básica que se considera debe conocer el miembro nuevo de nuestra iglesia, además de las creencias fundamentales se incluyeran conocimientos sobre el funcionamiento institucional, sus principios y sus mecanismos.

Programas para todos los miembros. La formación de la congregación en asuntos organizativos debería promoverse en ocasiones en que se garantizara la asistencia del mayor número de hermanos, pues se trata de asuntos esenciales para la iglesia. De este modo se fomentará la implicación del conjunto de la iglesia en la marcha de la institución y se comprenderá que la Asamblea es la plasmación de una preparación y trabajo permanentes de una iglesia en acción.

Para ello debería establecerse, desde la Unión, un plan de formación de todas las iglesias en asuntos administrativos, de modo que cada pastor tenga que promover en sus iglesias al menos una sesión anual de información y otra de debate sobre la organización, los Estatutos y el Reglamento, mientras que en el año anterior a la Asamblea se organizarían al menos tres sesiones de este tipo. Algunas de las sesiones informativas deberían tener lugar en los programas de Escuela Sabática y ocasionalmente durante la hora del culto, mientras que los encuentros de debate serían en sábado por la tarde. Los ancianos y oficiales de cada iglesia local deberán velar por la realización de dichas actividades.

En esas reuniones también se podrían tratar cuestiones relacionadas con la administración presente de la iglesia que interesen a los hermanos. Tras celebrarse, las iglesias enviarían un informe a los administradores en el que se harían constar los temas tratados así como las preguntas y sugerencias recibidas de los miembros. Los administradores se comprometerían a dar respuesta a todas ellas en un plazo razonable, bien por carta o bien personalmente en asamblea administrativa debidamente convocada con los puntos de agenda definidos.



3. LOS PROCEDIMIENTOS EN LA ASAMBLEA


Preparación de la Asamblea

Concepto de delegado. Elegir un representante no consiste en “delegar” acríticamente en él nuestra capacidad de conocer; lo elegimos porque pensamos que su criterio está en sintonía con el nuestro y es sensato. Pero ello no debe basarse en una impresión o intuición, o en que nos parezca simpático, sino en un trabajo previo de reflexión colectiva, donde los miembros se han reunido para conocer y profundizar en el funcionamiento de la iglesia. El delegado ha de ir formándose para que cuando llegue la Asamblea sepa de qué se está hablando y pueda tomar decisiones con criterio. Y, como cualquier miembro puede ser elegido delegado, toda la iglesia debe estar formándose periódicamente en relación con estos temas.

Los delegados y los Estatutos. No es necesario, aunque sea lo ideal, que quienes sean elegidos delegados para la Asamblea conozcan previamente los Estatutos. Pero es imprescindible que tan pronto como alguien sea elegido, comience a estudiar, y a compartir con su iglesia, todas las cuestiones organizativas relacionadas con la institución.

Reuniones de delegados. Al igual que los dirigentes hacen consejos para tratar los temas antes de ir a la Asamblea, los laicos que representan a sus iglesias deberían celebrar una convención, o al menos convenciones regionales, antes de la Asamblea con el mismo objetivo: compartir ideas, mejoras, solicitudes, propuestas, explicar lo que saben y establecer los puntos de agenda que les interesen a todos con conocimiento de causa.

Tramitación de las propuestas a la Asamblea. Habría que replantearse seriamente el actual procedimiento para hacer llegar las propuestas de los laicos a la Asamblea, pues éstas suelen encontrarse con demasiadas barreras para conseguir que sean tratadas allí. A continuación enumeramos las más relevantes y cómo afrontarlas:

1. Poca información al miembro para que sepa cómo debe actuar si tiene una propuesta. Es preciso que todos sepan a qué atenerse en tal circunstancia.

2. Junta de iglesia (elige sólo tres). Los criterios deberían ser lo más abiertos posible.

3. Administradores (que reciben y deciden las más importantes). Ídem.

4. Tiempo insuficiente durante la Asamblea para estudiarlas y votarlas (nunca se tocan todas las incluidas en la agenda por falta de tiempo). Es preciso dotar a la Asamblea del tiempo necesario con tal fin.


Durante la Asamblea

La agenda con las propuestas que llevan los delegados a la Asamblea debería ser el alma de la misma, y por tanto ocupar el máximo tiempo posible de ella, pues dicha agenda reúne todas las cuestiones que se han tratado en las iglesias de la Unión. Quienes han participado en asambleas previas son conscientes de que siempre hay propuestas que ni se llegan a tratar, y de que además habría sido necesario mucho más tiempo para debatir las propuestas tratadas, a fin de madurar lo suficiente las ideas antes de votar sobre los acuerdos. En cambio, gran parte del tiempo de la Asamblea se dedica a la exposición de informes de los administradores y departamentales. Siendo que éstos se han presentado previamente por escrito, es innecesario repetirlos de viva voz, consumiendo el tiempo necesario para el debate de las propuestas.

Hay que dejar que el Espíritu actúe en la elección de las personas, que debe hacerse de forma colegiada por parte de la Comisión de Nombramientos (en la que la opinión y el voto de todos sus miembros tienen el mismo valor). Es importante que las propuestas que la Comisión lleve a la Asamblea consistan no sólo en el nombre del candidato, sino también de los argumentos objetivos que han llevado a la Comisión de Nombramientos a presentarlo. De esa manera la Asamblea podrá votar de manera informada y reflexiva.

Es inevitable que las personas que están dirigiendo la iglesia tengan ilusión por continuar haciendo su labor, o que tengan “favoritos” para su sucesión o para otros cargos. Pero, al igual que entre los laicos no deben realizarse maniobras para promover a personas concretas para determinados puestos, tampoco entre los administradores deben designarse sucesores, ni crear en nadie la expectativa de que van a ocupar un cargo.


Después de la Asamblea

Información de los delegados a sus iglesias. En el plazo de dos meses después de la Asamblea habría que fijar normativamente al menos una sesión, en horario que garantice la presencia del mayor número posible de hermanos, y con tiempo suficiente, en que los delegados informen a la iglesia sobre los procesos que han tenido lugar en la Asamblea. Esta información contendrá no sólo los resultados, sino también los procedimientos seguidos para obtenerlos, sin ocultar los aspectos polémicos, para que el conjunto de los miembros sea consciente de la dinámica de la iglesia y se sienta animado a participar en ella. Las decisiones tomadas responden a un estado de opinión determinado, pero pueden ir modificándose en Asambleas posteriores, y es importante que los hermanos tengan conocimiento no sólo de las resoluciones, sino también de las diversas corrientes existentes en la iglesia, de las propuestas rechazadas, de las razones aducidas para ello…

Información sobre la nueva dirección de la iglesia. Tras la Asamblea, la Revista Adventista publica información sobre los nuevos administradores, pero siendo que también el Consejo de la Unión toma decisiones que afectan al conjunto de la iglesia española, sería conveniente que además se publicara una foto y una breve presentación de cada consejero.

Presentación de su programa por el nuevo equipo. En el plazo de dos meses después de la Asamblea, el nuevo presidente y cada uno de los departamentales deberían presentar su programa para la aprobación en el Consejo de la Unión. Seguidamente se publicaría en la Revista Adventista y se comunicaría a cada iglesia en una reunión administrativa. Así la iglesia puede conocer el programa y hacer el seguimiento, así como proponer sus objeciones si las hubiese (para lo cual debería habilitarse un mecanismo transparente y eficaz).



4. IDEAS QUE SE PUEDEN CONVERTIR EN PROPUESTAS PARA LA ASAMBLEA


4.1. Organización de la iglesia

· Clarificar el papel organizativo y de toma de decisiones de los distintos niveles organizativos de la Iglesia Adventista en el mundo:



- cuál es el nivel de autonomía en la toma de decisiones y qué margen de acción tiene la División Euroafricana de acuerdo a las directrices de la AG;


- cuál es el nivel de autonomía en la toma de decisiones y qué margen de acción tiene
la Unión Española con respecto a la AG y a la División; y


- cuál es el nivel de autonomía en la toma de decisiones y qué margen de acción tiene la iglesia local con respecto a las directrices de la Unión Española.


· Establecer una mayoría de laicos en todos los consejos y que se garantice que puedan estar siempre en sus correspondientes reuniones.

· Favorecer una mayor participación de pastores, obreros y laicos en la toma de decisiones, creando los foros y cauces necesarios para que su opinión sea tomada en cuenta. Por ejemplo, las convenciones de pastores, maestros, colportores, etcétera, deberían convocarse no sólo para que esos colectivos reciban información por parte de los administradores, sino para que también eleven propuestas y debatan los problemas internos. Con tales objetivos en mente, sería necesario programar esas convenciones de manera diferente a como suele hacerse, distribuyendo el tiempo de su duración de manera que primen decisivamente las actividades relacionadas con los problemas reales del colectivo correspondiente. Para lo cual, como es lógico, lo más importante es escuchar a éste.

· Restablecer el mandato de cuatro años, en vez de cinco. Así funcionó nuestra Unión durante décadas y además ésa es la costumbre en los cargos públicos del mundo presente, basada en consideraciones éticas que aconsejan la limitación del tiempo de ocupación de un cargo. Es sin duda un plazo más breve, pero suficientemente largo como para desarrollar un proyecto administrativo, facilitando la renovación y el control, así como la rotación de los pastores, y evitando que los posibles errores de gestión se prolonguen excesivamente.

· Limitar los mandatos consecutivos de los administradores a dos, por las mismas razones que en el punto anterior.

· Restablecimiento de la Comisión de Planes y Resoluciones, que fue eliminada en la última Asamblea. Esta Comisión, de carácter interasambleario, tendría que tener capacidad no solo de emitir propuestas sino también de realizar un seguimiento (una vez al año sería suficiente) de los planes y resoluciones de los administradores y de los departamentales. No tendría un carácter de toma de decisiones como lo tiene el Consejo de la Unión, pero sí de evaluación.


4.2. Transparencia

· Tanto en el nivel administrativo local (consejo de iglesia) como en el nacional (Consejo de la Unión), es necesario mantener un cauce de información abierto hacia los miembros sobre la toma de decisiones, a fin de dar a conocer, siempre y cuando no afecte a la privacidad de las personas, no sólo las decisiones tomadas, sino también las razones objetivas que las refrendan.

· Recuperar la medida, abandonada hace años, de publicar en la Revista Adventista los acuerdos del Consejo de la Unión. Respecto a los consejos de las instituciones, garantizar que las personas afectadas por las decisiones que se toman estén informadas puntualmente sobre las mismas.

· La Unión envía a los componentes de la junta de iglesia una encuesta en la que valorar el ministerio pastoral. Igualmente, deberían pasarse a los pastores y a los miembros de las juntas de iglesia encuestas periódicas para evaluar la gestión de la Unión y sus departamentos, a fin de que los administradores tengan referencias para la mejora de sus actuaciones.

· Respetar plenamente criterios de equidad, objetividad y transparencia en la contratación de empleados de las instituciones.



4.3. Formación administrativa y teológica


· Favorecer el diálogo y el debate teológico. Invitar a teólogos y oradores especialistas en aspectos bíblicos y doctrinales, incluidos algunos pastores del territorio español, para que impartan congresos, charlas, encuentros, etcétera, donde se promueva el intercambio de ideas y la reflexión personal. Reservar a los predicadores evangelistas para las campañas de evangelismo y conferencias públicas.

· Crear foros y cauces de encuentro de laicos donde se favorezcan el intercambio de ideas y la reflexión común. Por ejemplo, convocando congresos, convenciones o encuentros cuyo contenido principal no sean exposiciones por parte de los administradores, sino sobre todo grupos de análisis en los que los asistentes puedan elevar propuestas y debatir los problemas internos. También sería muy productivo fomentar este tipo de foros en Internet, por lo que implicaría de agilidad y ahorro de costes.

· Favorecer la participación y toma de responsabilidades de los jóvenes en el servicio y la dirección de la iglesia local. Educar a los jóvenes para que se sientan miembros de pleno derecho y responsabilidad en la iglesia, adecuando sus actividades para que sean compatibles con el del resto de la iglesia y así puedan tomar cargos de responsabilidad. La iglesia necesita renovación de ideas y procedimientos.


CONCLUSIÓN

Animamos a la iglesia en su conjunto a participar aportando ideas, incluidas las críticas a lo que se expone en este mismo texto. Aquellos hermanos que, tras numerosos desengaños piensan que no merece la pena esforzarse en promover mejoras, deberían ser conscientes de que todo cambio en el plano social o institucional (y nuestra iglesia es también una institución y una sociedad) ha sido fruto del empeño de personas que quizá en su experiencia no vieron realizados esos cambios, pero otros que vinieron después sí. Hubo propuestas que hace décadas pudieron parecer “escandalosas”, pero con el tiempo han sido asumidas por la organización, y hoy resultaría escandaloso prescindir de ellas. Cada propuesta de mejora, si está inspirada en el Evangelio y sus principios, de un modo u otro ejercerá una influencia. Eso sí, quienes queremos una iglesia cada vez más acorde al Evangelio (seguro que todos los hermanos la queremos) esperamos no tener que esperar a que sean las generaciones futuras las que lo vean hacerse realidad.

Invitamos a expresar las adhesiones, críticas y aportaciones a este texto en los comentarios de Café Hispano (Spectrum), donde ha sido publicado. También se puede escribir a los autores a la dirección jonasberea@gmail.com.


Octubre de 2011

Esther Villanueva, Willy Sánchez, Joaquín Martín, F. Sánchez B., M. Á. Santafé, Israel López, G. Morales, Carmina D., Juan Ramón Junqueras, Ruth Hidalgo, Isabel Oliván, Javier Zanuy, Patricia González, Sonia Romero, E. R. S., Juanfer, Isaac García, Luis Oliván, A. Gallego, Antonio Hernández, Manuel Franco, Rosa A., Javier Martínez, Marta Saguar, Esteban Hernández








martes, 4 de octubre de 2011

El legalismo según Pablo


Publicado también en Café Hispano (Spectrum)



La Guía de Estudio de la Biblia, o librito de la Escuela Sabática, nos propone para el trimestre octubre-diciembre de 2011 profundizar en la epístola a los Gálatas. Además de algunas obras de consulta accesibles en línea, como el Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, o los comentarios que se pueden descargar gratuitamente con la Biblia electrónica e-Sword (en inglés), considero recomendable un interesante libro sobre esta carta de Pablo: Evangelio versus legalismo. Cómo enfrentar la influencia insidiosa del legalismo, de Marvin Moore (Buenos Aires, ACES, 1998).

El autor presenta su obra no como un estudio erudito, sino fundamentalmente como una aportación pastoral, con aplicaciones especiales para la Iglesia Adventista, dado que, según él, “la mejor manera de beneficiarnos con un libro acerca del legalismo es examinarlo de cerca en una denominación que esté repleta de él” (p. 13); y, tristemente, como cualquiera puede constatar, y como el propio libro expone abiertamente, en la Iglesia Adventista existe una propensión especial al legalismo, por la cantidad de normas heredadas de nuestra tradición.

Moore comenta la epístola capítulo por capítulo, centrándose sobre todo en las respuestas de Pablo al conflicto generado por los judaizantes de Galacia (a los que denomina “partido judío”), por su afán de imponer ciertas prácticas al conjunto de la iglesia. Es en ese contexto donde se enmarca la teología paulina de la salvación, desarrollada especialmente en esta epístola y en Romanos. Moore ofrece interesantes análisis y reflexiones sobre las relaciones entre la ley y el evangelio, y entre el judaísmo del Antiguo Testamento y el cristianismo del Nuevo; también comenta en extensión el papel de la ley como “ayo”, “tutor”, “guía” o “pedagogo” (Gálatas 3: 24, 25), y lo ilustra con el debate que tuvo lugar en el Congreso de la Asociación General de los adventistas en Minneapolis en 1888.

Los últimos capítulos resultan especialmente prácticos, pues en ellos Moore aplica las enseñanzas de Gálatas a la iglesia actual. El capítulo 15 es un agudo análisis del fenómeno del legalismo, que incluye varios ejemplos reales tomados de una sección de cartas de consulta de la Adventist Review (todos ellos terribles); el autor plantea si acaso cada uno de nosotros no alberga al menos algo de legalismo. El capítulo 16 analiza las consecuencias del legalismo, el 17 ofrece al legalista pautas espirituales y prácticas para vencer esta tendencia y el 18 aporta consejos sobre cómo tratar con los legalistas; todo ello basándose en la experiencia de Pablo con los gálatas.

En definitiva, es un libro muy recomendable, que contribuye a situar la teología de Pablo en su contexto eminentemente pastoral y eclesial (algo que a veces la exégesis olvida), que contempla algunas tendencias presentes en la Iglesia Adventista desde una perspectiva de autocrítica firme y a la vez sana y no exenta de cariño, y que ofrece soluciones profundamente evangélicas.

viernes, 1 de julio de 2011

“Relihoaxes” (2): La carta de Obama a la Asociación General

Por Jonás Berea, miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día española
(http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/)



Publicado también en Café Hispano (Spectrum)

Durante la 59ª Sesión Mundial de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Atlanta (Estados Unidos), el recién elegido presidente mundial de la iglesia leyó una carta de Barack Obama, presidente de los Estados Unidos; en este vídeo se puede ver y escuchar el momento de esa lectura (en inglés).

Circula por Internet un mensaje en español (se puede ver en este blog) que ofrece una supuesta traducción de esa carta en estos términos:






«Envío mis saludos a la 59ª Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

A través de nuestra historia la fe y las distintas formas de filosofía han sido importantes en nuestras vidas, nos ayudan a encontrar la visión para ver el mundo y nos dan la fuerza para desafiarnos a preguntar sobre nuestro tiempo.

Ustedes nos han ayudado a alimentar al hambriento, a confortar al débil, y hacer paz en todas partes, levantando sus banderas en tiempos difíciles, de la manera en que enfrentan los desafíos y las oportunidades en este único momento de la historia, confío en que nos unamos en causa común para ayudar a nuestras comunidades a nuestros hermanos y hermanas, espero que se mantengan en expectativa recordándoles que confiamos en que ustedes se unan a nosotros para crear un mejor mundo para nosotros y nuestros hijos cuando seguramente Dios obre en la tierra.

Les deseo todo lo mejor en este maravilloso evento.

Barack Obama, presidente de los Estados Unidos de América.»




En un artículo de Pedro Torres se ofrece una traducción fiel de la carta de Obama, así como una aclaración sobre el contenido de la misma.


Traducción disparatada

Los errores de traducción son los siguientes:

1. La carta no dice «A través de nuestra historia la fe y las distintas formas de filosofía han sido importantes en nuestras vidas», sino «A lo largo de la historia, la fe ha dado forma a nuestras filosofías, nuestras perspectivas, y nuestras vidas». El término “filosofía” tiene un sentido negativo entre muchos cristianos al entenderse como sistema de pensamiento especulativo y generalmente opuesto a la revelación bíblica (véase Colosenses 2: 8). Pero es obvio que en el mensaje de Obama el término simplemente se refiere a las formas de pensar y afrontar la vida. Y lo más importante es que la carta, en la que se entiende que la primera persona del plural hace referencia a los estadounidenses, no dice que «las distintas formas de filosofía» hayan influido en sus vidas, sino que la fe ha influido en sus perspectivas vitales.

2. El texto original no afirma que esas «formas de filosofía […] nos dan la fuerza para desafiarnos a preguntar sobre nuestro tiempo», sino que «la fe […] nos ha ayudado a encontrar […] la fuerza para enfrentar las cuestiones más desafiantes de nuestro tiempo».

3. La traducción está tan distorsionada, que casi ninguna frase se libra del error. La carta original dice: «[La fe] también nos une para dar de comer al hambriento, consolar a los afligidos», pero según la falsa carta Obama se refiere a los adventistas diciendo: «Ustedes nos han ayudado a alimentar al hambriento, a confortar al débil». En lugar de traducir «poner paz donde hay conflicto», traducen «hacer paz en todas partes», y en vez de «levantar a aquellos que han caído en tiempos difíciles» traducen «levantando sus banderas en tiempos difíciles» (¡!).

4. La principal distorsión se encuentra en lo siguiente. En lugar de traducir «que la fe nos mueva a unirnos en causa común», el texto disparatado introduce una referencia, inexistente en el original, a «nuestras comunidades»; en lugar de «se les recuerda la verdad inherente de que cada uno de nosotros tiene el poder de crear un mundo mejor», el “traductor creativo” pone: «espero que se mantengan en expectativa recordándoles que confiamos en que ustedes se unan a nosotros para crear un mejor mundo» (destacado añadido). De este modo, parecería que el presidente de la Iglesia Adventista está avalando un mensaje en el que el presidente de los Estados Unidos invita a los adventistas a vincularse a su proyecto político, idea que no está en el original.

5. Obama habla de «crear un mundo mejor para nosotros mismos y nuestros hijos, cuando realizamos la obra de Dios aquí en la tierra». La falsa traducción dice: «crear un mejor mundo para nosotros y nuestros hijos cuando seguramente Dios obre en la tierra». De este modo, parecería que Obama estuviera haciendo una referencia a la intervención sobrenatural de Dios en la tierra, quizá en su Segunda Venida, cuando simplemente identifica la labor social de los cristianos como la obra de Dios en la tierra.

Aparte de las faltas de ortografía (que he corregido al copiar el texto), de la espantosa sintaxis y de la puntuación incoherente, resulta sorprendente que en tan breves líneas se puedan acumular tantos y tan importantes errores de traducción. Por ello, uno se cuestiona si se deben al desconocimiento del inglés o al intento de manipular el mensaje original. Estamos por tanto ante un nuevo caso de relihoax, en esta ocasión perteneciente a la subcategoría de los “adventhoaxes” (hace unos años circuló uno sobre Obama y la ley dominical).

La “traducción imaginativa” va acompañada de un comentario, también en un castellano muy deficiente, cuyo autor se pregunta: «¿Por qué el presidente le pide esto solamente a la Iglesia Adventista del Séptimo Día?, muy seguramente porque las demás grandes denominaciones religiosas de EE.UU están alineadas y listas para ejecutar el gran engaño y recibir a Satanás cuando se haga pasar por el Señor Jesucristo». Según él, «la iglesia Adventista es el opositor mas grande a la religión mundial que quiere imponerse sobre el mundo, y sobre sus doctrinas falsas de la “deidad del hombre” o “el dios interior”». Advierte contra la unidad de las iglesias «en torno a la Iglesia Católica Apostólica y Romana» y sus errores doctrinales.

En referencia a la carta de Obama, considera que «el lenguaje es claro “este único momento de la historia” y “preguntarnos sobre nuestro tiempo”, indican que se acerca el siguiente movimiento maestro de estos poderes para adelantar el Nuevo Orden Mundial y para esto necesitan callar las voces que destapan y desbaratan sus planes satánicos de dominación del planeta y destrucción de la humanidad.»


Reflexiones

Ante la difusión de esta “traducción” y los comentarios que la acompañan, me gustaría compartir las siguientes reflexiones:

1. El hecho de que un documento falso se propague por Internet es prueba de la ingenuidad y credulidad de muchos adventistas, que difunden falsedades sin haber comprobado su veracidad. Una vez más es necesario advertir de la necesidad de someter a análisis crítico los mensajes con contenidos llamativos que nos instan a reenviarlos masivamente; en No a los hoaxes (bulos) hay una lista de criterios para identificar un hoax, aplicables también a los relihoaxes.

2. Frente a lo que dice el mensaje que acompaña a la falsa traducción, Obama no ha enviado una carta de este tipo sólo y en especial a la Iglesia Adventista, sino que esta clase de mensajes institucionales son muy comunes. Es más, el presidente de Estados Unidos suele reunirse con líderes religiosos de distintas confesiones, a quienes dirige mensajes similares a éste, o que incluso reflejan un compromiso entre poder político y religioso que resulta realmente preocupante.

3. La carta auténtica del presidente de los Estados Unidos contiene un mensaje institucional que en general no compromete a la Iglesia Adventista, sino que simplemente trata de destacar algunos aspectos de su labor social como algo positivo para la comunidad.

4. Hay en cambio una frase que puede interpretarse como comprometedora: «Se les recuerda la verdad inherente de que cada uno de nosotros tiene el poder de crear un mundo mejor para nosotros mismos y nuestros hijos, cuando realizamos la obra de Dios aquí en la Tierra». El presidente da por hecho que los adventistas realizan la obra de Dios, pero a la vez, con el uso de la primera persona del plural que he destacado, asume que él mismo también la realiza.

5. Cabe preguntarse: ¿Es conveniente que los poderes políticos establezcan relaciones institucionales con las organizaciones religiosas? En principio, considero que el límite de esas relaciones debería llegar sólo a lo indispensable para mantener un marco de libertad religiosa. Una cosa es que el poder político, a modo de cortesía, quiera reconocer la labor social de un colectivo, religioso o no. Pero no es conveniente que el propio poder político se exprese en términos religiosos; aunque el representante político se declare creyente (como es el caso de Obama), en el ejercicio de su cargo debe omitir toda referencia a su posicionamiento confesional.

6. En las delicadas relaciones con los poderes terrenales, otra reflexión que conviene tener siempre en cuenta es hasta qué límites debe la iglesia cumplir el mandato bíblico de someterse y reconocer a la autoridad civil (véase Romanos 13, en especial el versículo 7). Cuando un dirigente político se relaciona con nuestra iglesia, entendemos que lo hace en representación de su cargo, y no de su persona y su programa específico de gobierno. La iglesia puede diferir de las políticas concretas de un gobernante, y aun así aceptar su saludo institucional. Pero siempre cabe el peligro de una aproximación excesiva, o incluso de una identificación de objetivos vergonzosa, como se ha dado recientemente en Zimbabwe. Supongamos que un gobernante que está agrediendo las libertades, pero que respeta los derechos de la Iglesia Adventista, manda un saludo institucional a nuestra iglesia. ¿Cuál debería ser la respuesta? ¿Recibiremos acríticamente este apoyo? Aplíquese ahora esta reflexión a Barack Obama, cuyo gobierno está llevando a cabo una expansión imperial mediante guerras de agresión (ver Adventistas ante la guerra y la paz), y que preside una potencia que está cumpliendo el papel histórico profetizado en Apocalipsis 13.

7. Si aceptamos reconocimientos de los gobernantes, ¿debemos aceptarlos de políticos que estén en la oposición? Ellos en principio no representan la autoridad gubernamental, por lo que si establecen relaciones con la Iglesia Adventista, éstas pueden interpretarse como un intento de instrumentalizarla para encontrar apoyos a su persona y a su programa. ¿Deberíamos buscar, o incluso aceptar, esos reconocimientos? ¿No puede transmitirse la idea de que la iglesia acepta sus programas políticos? ¿No puede incluso generar divisiones entre los miembros de iglesia que tengan posiciones políticas enfrentadas? Considérense, por ejemplo, los mensajes dirigidos a la Iglesia Adventista en 2003 por los entonces presidente republicano George W. Bush y senadora de la oposición demócrata Hillary Clinton.

8. El recibir reconocimientos del poder puede hacernos caer en la tentación de buscar esos reconocimientos, y por tanto pretender agradar a esos poderes suavizando algunos aspectos de nuestro mensaje.

9. En cuanto al mensaje de un adventista que acompaña a esta falsa traducción de la carta de Obama, su estilo es alarmista y exaltado, pero expresa advertencias que no hay que despreciar, como: «Que el Señor nos guarde porque pronto EE.UU. forzará a nuestros líderes mediante leyes de estado para que se sometan al nuevo orden religioso que está por imponerse en el mundo». O: «Este es el comienzo del fin, pronto veremos cómo EE.UU. que en comienzo está hablando a la Iglesia Adventista del Séptimo Día como cordero, hablará luego como dragón e impondrá las leyes del Estado para lograr el sometimiento de todo el que se “atreva” a oponerse a la agenda mundial».

10. Tras la lectura de la carta de Obama, Ted Wilson termina diciendo: «Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer al gobierno de los Estados Unidos y a todos los demás gobiernos en el mundo por defender la libertad religiosa y de conciencia, gracias a Dios por la libertad religiosa». No habría estado de más aprovechar la ocasión para recordar que hay muchos gobiernos que no respetan la libertad religiosa, y que algunos que sí la respetan, conculcan sin embargo otras libertades igualmente sagradas.


viernes, 6 de mayo de 2011

La cuestión de la objeción de conciencia, ¿más compleja hoy?

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/
Publicado también en Café Hispano (Spectrum)

Barry Bussey, abogado canadiense, es el responsable de las relaciones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día con las Naciones Unidas y con el gobierno de Estados Unidos desde 2008. Es el editor del libro Should I Fight? Essays on Conscientious Objection and the Seventh-day Adventist Church, una obra de autoría colectiva dirigida a “aquellos que quieren obtener una comprensión más profunda de la lucha adventista por mantenerse fieles a los principios del Sermón del Monte”, publicada ante la constatación de que “cada vez más jóvenes adventistas se unen voluntariamente al ejército que en ninguna generación previa en la historia de la iglesia”

El 15 de abril de 2011 Bussey publicó un artículo titulado La cuestión de la objeción de conciencia se ha vuelto más compleja (original en inglés). Tras recordar que se está diluyendo la posición histórica de la iglesia a favor de la objeción de conciencia, cuenta su experiencia personal como padre de dos hijos que «son a la vez ciudadanos de Canadá y Estados Unidos, y desde el día en que recibieron sus certificados de naturalización a principios de 2001, no tardaron en asimilar el orgullo nacionalista de Estados Unidos» (añado negritas en todas las citas). A partir del 11 de septiembre de 2001 y la consiguiente guerra de Afganistán, se planteó la cuestión de que los niños, de diez años, fueran designados para luchar por su nuevo país. «¿Qué haríais, muchachos?», les preguntó. «Papá, no tengo ningún problema en dar mi vida por los Estados Unidos», dijo uno. Y continúa Bussey: «Este chico, que ni siquiera hacía un año que había obtenido la ciudadanía estadounidense, ya estaba dispuesto a morir por la ‘tierra de la libertad.’ Y yo sé que en la Escritura el Señor dijo: “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13 NVI). Mi hijo parecía estar dispuesto a dar su vida por aquellos a los que apenas conocía, con excepción de sus primos en Michigan».

Según Bussey, «en el mundo actual de militarismo creciente, retórica patriótica y miedo al terrorismo, la cuestión de la objeción de conciencia se ha vuelto más –no menos– compleja». Aunque concluye el artículo citando Mateo 5: 44 (“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”) e instando a que como iglesia y como individuos afrontemos estos asuntos para que «cuando llegue el momento, debemos estar preparados –como tantos otros que nos han precedido– para dar testimonio de que nuestras vidas están en armonía con el espíritu y la intención de nuestras palabras», hay varios puntos que me chocan en el artículo.

1. El “orgullo nacionalista”. Es comprensible que alguien que ha sido acogido en nuevo país albergue sentimientos de gratitud. Es fácil de entender que unos niños de diez años respondan espontáneamente que “darían su vida” por la patria. Pero llama la atención que Bussey exponga el “orgullo nacionalista” de sus hijos como si, aparte de comprensible, fuera aceptable. Hebreos 11: 14-16 indica que los cristianos nos debemos a una patria mejor, la celestial. Y Elena White comenta muy acertadamente los peligros del nacionalismo: «La verdad es todopoderosa y de vastos alcances. Unirá las nacionalidades en una gran hermandad. [...] Cristo, morando en los hombres, los une en una gran plataforma, preparándolos para que vivan unidos como una familia en el cielo. Es la verdad la que une a los hombres y remueve los prejuicios nacionales. […] Si aceptamos la verdad como está en Jesús desaparecerán los prejuicios nacionalistas y los celos, y el Espíritu de verdad unirá los corazones en uno solo. Nos amaremos como hermanos; estimaremos al prójimo más que a nosotros mismos» (Nuestra elevada vocación, p. 173). Sobre los peligros del orgullo en todas sus formas creo que no es necesario insistir.

2. “Dar la vida por la patria”. Cuando un soldado muere en el campo de combate se dice que “ha dado su vida por la patria”. Pero no es menos cierto que cuando uno entrega su vida de ese modo, también está quitando las vidas de otros. Precisamente el enfoque bíblico sobre la no violencia, y la posición tradicional adventista como defensora de la objeción de conciencia, parte de esa realidad innegable. Por eso resulta como mínimo escandaloso, no que un niño crea que matando a “enemigos” sirve a su prójimo, sino que Bussey aplique Juan 15: 13 a un soldado que mata a otros soldados (y a los “daños colaterales” correspondientes), quienes además seguramente creen que también están dando su vida por su patria, o quienes simplemente han sido forzados a luchar en un régimen con servicio militar obligatorio.

3. ¿Qué es la guerra? ¿Cómo es? Bussey no detalla las conversaciones que posteriormente ha tenido con sus hijos sobre estos asuntos. Pero, en un representante de la Iglesia Adventista ante las más altas instancias políticas del mundo, sería deseable una comprensión y una exposición clara de en qué consiste la guerra. Un niño, que quizá ha visto abundante cine bélico, cree que la guerra es un combate entre buenos y malos. Los primeros, casualmente, son los de su país: nobles, sacrificados, altruistas, valientes; los malos son crueles terroristas fanatizados. Pero cualquier persona formada, máxime si es cristiana, tiene que trascender ese estereotipo maniqueo, afrontar la realidad, y recordar que la guerra es ante todo matar a gente, a todo tipo de gente. Cito a continuación unas palabras de George Zabelka, sacerdote católico de los escuadrones que bombardearon Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, y que posteriormente se convirtió en un activista a favor de la paz: «La Iglesia prohibió siempre el aniquilamiento de civiles y si un soldado hubiera venido a preguntarme si podía disparar una pistola en la cabeza de un niño, se lo hubiera prohibido formalmente. Eso habría sido pecado mortal. Pero en 1945 la isla de Tiniam era el campo de aviación más grande del mundo. Durante las 24 horas podían despegar tres aviones por minuto. Muchos de estos aviones partieron para Japón con la meta precisa de matar no un niño o un civil, sino de masacrar a centenas, millares y decenas de millares de niños y de civiles y yo no dije nada al respecto. […] Me acuerdo de un joven que había participado en los bombardeos de las ciudades japonesas. Estaba hospitalizado, en un momento de completo hundimiento. Me contó que estaba en misión de bombardeo a baja altitud y que volaba a lo largo de una de las calles principales de la ciudad, cuando apareció un muchacho de pie ante él, que levantaba los ojos, admirado. Este hombre sabía que varios minutos después ese muchacho moriría quemado por el napalm que había lanzado. Sí, sabía que se mataba a civiles. Y sin embargo, no prediqué ni un solo sermón a los hombres que masacraban, condenando la masacre de civiles.»

4. La “novedad”: la “guerra contra el terror”. Si Bussey considera que la cuestión de la objeción de conciencia es hoy en día más compleja que nunca, por lo visto se debe a que considera que desde el 11 de septiembre de 2001 ha aparecido una nueva amenaza global: el terrorismo islámico a gran escala. Este asunto es complejo de analizar brevemente, pues implica el manejo y examen de grandes volúmenes de información; una visión distorsionada de la realidad puede modificar la interpretación de la misma. Personalmente considero que desde aquella fatídica fecha la maquinaria de propaganda belicista se ha desarrollado hasta niveles inimaginables, hasta el punto de que el gran público ni siquiera conoce la realidad sobre los principales hechos, como los propios atentados del 11-S. En cualquier caso, aun asumiendo la versión oficial sobre los mismos, o incluso las mentiras más flagrantes, algunas de ellas negadas después por los mismos que las propagaron (como la excusa de las “armas de destrucción masiva” esgrimida para invadir Irak en 2003), creo que el cristiano tiene herramientas espirituales y éticas suficientes para saber cómo actuar. Aun cuando los macroatentados hubieran sido organizados por Bin Laden y éste hubiera sido protegido por los talibán afganos, la guerra sigue siendo la guerra. Los soldados que se dirigieron a Afganistán e Irak, y que siguen guerreando allí, se enfrentan a seres humanos cuya vida es tan sagrada como la de cualquier otro “enemigo”. Es más, hasta la prensa más belicista informa permanentemente de las matanzas de civiles, incluidos niños, que provocan estas intervenciones, así como de las gravísimas consecuencias de estas guerras, como el secuestro de “sospechosos” en Guantánamo, las torturas en Abu Ghraib o los vuelos secretos de la CIA destinados a torturar a presos en países que no respetan los derechos más básicos. Independientemente del análisis geopolítico que uno haga de la llamada “guerra contra el terror”, la guerra no se ha convertido en un combate aséptico contra fanáticos peligrosos fuertemente armados, mediante bombas que seleccionan “inteligentemente” objetivos amenazantes, sino que sigue siendo lo de siempre: un despliegue de violencia indiscriminada.

5. ¿Más compleja?
Por lo expuesto, me parece que el propio título del artículo de Bussey resulta inapropiado. En realidad para cualquier cristiano, estadounidense o no, resulta hoy más sencillo que nunca declararse objetor de conciencia, por las siguientes razones:

i) Bussey mismo cuenta cómo entrevistó a adventistas que se declararon objetores de conciencia en situaciones de gran presión social y política. Por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial el Eje Roma-Berlín-Tokio parecía dispuesto a dominar el mundo mediante una ofensiva militar abierta. Pocas guerras podrían parecer más “justas” que aquella. Sin embargo no pocos adventistas se mantuvieron fieles al mandamiento “No matarás”. No parece que las circunstancias actuales sean más complejas en ese sentido.

ii) Hoy en día el ejército de Estados Unidos (así como el de otros países occidentales) es profesional, de modo que quienes van a la guerra lo hacen por elección propia, y pueden abandonar el ejército si lo desean. El reclutamiento forzoso de los hijos de Bussey parece bastante remoto, y en cualquier caso no parece que su negativa implicara “trabajos forzados, con pico y pala”, como ocurrió a algunos de los objetores históricos entrevistados por Bussey.

iii) Desde la Guerra de Vietnam, el movimiento pacifista se ha generalizado en todo el mundo. Los objetores de conciencia ya no son unos pocos y pintorescos fundamentalistas religiosos, sino que representan a tendencias sociales, políticas y religiosas de lo más variadas. En todas las iglesias existen corrientes contrarias a la guerra, que es la posición histórica y oficial de nuestra iglesia, por lo que para un joven adventista debería ser de lo más natural declararse objetor. Claro que quizá exista el miedo a ser identificado con corrientes políticas “radicales”; conviene tener en cuenta, entonces, que precisamente el que los adventistas hayamos sido pioneros en este movimiento es un motivo de satisfacción, y debería apenarnos que en esta cuestión, como en otras, grupos seculares o religiosos nos hayan tomado la delantera (véanse los dos artículos de Sam Neves sobre otros asuntos en que ha ocurrido algo similar: 1 y 2).

iv) En el contexto adventista, en principio también debería ser más fácil para un joven declararse objetor de conciencia. Hoy en día nuestra iglesia ha recuperado en parte el discurso a favor de los derechos humanos, tras una etapa en la que se asociaba la defensa de los mismos con el peligro de implicarse en “política”. Por ejemplo, aunque en los años 50 y 60 la posición oficial frente a las reivindicaciones de los negros de Estados Unidos fue de desentendimiento (por no decir condena), hoy en día la Iglesia Adventista publica declaraciones oficiales sobre derechos humanos y la Adventist Review recupera la memoria de los adventistas que lucharon por la igualdad de los negros. Hay más información disponible que nunca sobre objetores de conciencia históricos de nuestra denominación, como el propio libro editado por Bussey. Ahora bien, como el propio autor reconoce, hay una fuerte presión procedente del “militarismo creciente” y “la retórica patriótica”. ¿Qué está haciendo nuestra iglesia por combatir estas ideologías y propagandas mundanas y anticristianas? El propio artículo de Bussey sería una ocasión estupenda, tristemente desaprovechada, para al menos distanciarse de ellas. Quizá el libro Shoud I Fight? sea más claro, pero cualquier joven que, dudando sobre la idoneidad de ser militar, lea el artículo, sentirá que hay tantas razones bíblicas para alistarse como para no hacerlo, pues a fin de cuentas es un asunto “complejo”. Cuando en realidad la iglesia debería estar no sólo asesorando legalmente a quienes pidan ayuda en situaciones comprometidas (muchas de ellas relacionadas más con la observancia del sábado que con el uso de las armas), sino también promoviendo activamente la objeción de conciencia a las actividades militares entre todos sus miembros, como se hizo en España cuando el servicio militar era obligatorio y se legisló la posibilidad de declararse objetor (entonces muchos jóvenes adventistas lo hicieron).

Bussey cita el “miedo al terrorismo” como otro de los factores que hace “complejo” el asunto. Uno echa en falta una reflexión sobre lo que dice la Biblia acerca del miedo a los poderes de la tierra (Jer. 42: 11), y sobre cómo la solución a los grandes conflictos políticos no vendrá mediante “guerras justas”, ni mucho menos por la participación de los cristianos en ellas (Ef. 6: 12; léase El cristiano y la guerra).

En nuestra iglesia hay una gran labor que hacer en el campo de la no violencia, la paz y los derechos humanos. No es aceptable que mantengamos un discurso muy firme en cuestiones como abstenerse de comer cerdo, de beber vino o de trabajar en sábado (discurso necesario, sin duda), y a la vez transmitamos la idea de que portar y usar armas es una cuestión de la “conciencia personal”, sobre la que la Biblia no aporta un mensaje claro, cuando los adventistas oficialmente (¿?) entendemos que es una cuestión de principios. Matar a personas, además, acarrea consecuencias espirituales y psicológicas mucho más irreversibles que las otras actividades citadas. En un país en el que el ejército es profesional, no se puede considerar que la decisión de alistarse o no, sea un “dilema”; si acaso, puede considerarse una tentación. La acción pastoral (y disciplinaria) hacia los militares adventistas debería tener en cuenta este criterio. Afortunadamente, el artículo de Bussey ha recibido comentarios críticos en la web de ANN (entre ellos, un hermano que a veces siente que se encuentra “en una denominación diferente” al adventismo histórico), si bien otros apelan a la Biblia para tratar de justificar el uso de armas.

Otro triste ejemplo reciente lo encontramos en el libro oficial para meditaciones matutinas de este año, Plenitud en Cristo (Buenos Aires, ACES, 2010), donde el autor, Alejandro Bullón (quien en general es ejemplar en su exposición del evangelio y en su ministerio de predicación), cuenta la siguiente anécdota en un contexto claro de aprobación: «El sonido de la explosión fue espantoso. Después vinieron gritos, horror y sangre. El sargento Salzman miró a su alrededor... El peligro había pasado. La explosión dejó cuatro soldados muertos; él estaba vivo pero, para su desesperación, notó que su brazo derecho había desaparecido, y la sangre brotaba como un chorro.

»Semanas después [...] empezó a entender su realidad. Tendría que aprender a vestirse, a lavarse los dientes y el rostro, con el brazo protético que le acababan de colocar.

»Tuvo ganas de llorar. No por causa de la prótesis; estaba vivo, y aquel brazo lo había perdido luchando por su país, en la guerra de Irak. La vida, en la forma que fuese, era motivo para agradecer a Dios» (p. 111, 15 de abril).

Concluiré con unas palabras del citado George Zabelka:

«Nunca me vino al espíritu la idea de protestar públicamente contra las consecuencias de estos bombardeos. Me habían dicho que eran necesarios; abiertamente por los militares e implícitamente por la dirección de mi Iglesia. […] Toda la estructura de la sociedad secular, religiosa y militar, me decía que era justo aniquilar a “los japs”. Dios estaba del lado de mi país. Los japoneses eran enemigos y yo estaba absolutamente convencido de la enseñanza de mi país y de la Iglesia en lo concerniente a los enemigos. […] Yo estaba seguro de que esta destrucción en masa era justa, seguro de tal manera que jamás pensé en cuestionar su moralidad. Había sufrido un lavado de cerebro, no por la fuerza o la tortura sino por el silencio de mi iglesia. Por su silencio, y por la manera en que cooperaba de buena gana en los millares de pequeñas cosas con la máquina de guerra del país. […]

»Durante los tres primeros siglos –los tres siglos más próximos a Cristo– la Iglesia era pacifista. Con Constantino la Iglesia aceptó la ética romana de la guerra justa y comenzó a entrenar a sus miembros, en nombre del Estado y luego en nombre de la fe. Católicos, ortodoxos y protestantes, aunque tenían algunas divergencias teóricas, estaban de acuerdo en que la enseñanza clara y sin equívocos de Jesús sobre el rechazo de la violencia y el amor a los enemigos no era para tomársela en serio. Y así, cada una de las principales ramas del cristianismo modificó, según diferentes procedimientos teóricos, la enseñanza del Señor hasta el punto de poder hacer lo que Jesús condenaba: ojo por ojo, masacrar, lisiar, torturar. […]

»Pido a Dios que nos perdone la manera en que hemos desfigurado la enseñanza de Cristo y destruido su mundo de ese modo. […] Las grandes líneas de las iglesias cristianas enseñan cosas que Cristo no enseñó jamás, ni incluso sugirió, es decir, el principio de la guerra justa, un principio que me parece completamente desacreditado, aunque sea de manera teórica, histórica o psicológica. Para mí, si las iglesias cristianas no se arrepienten y no comienzan a proclamar de palabra y hechos lo que Jesús ha proclamado en lo que respecta a la violencia y a los enemigos, lo único que puede esperarse es la escalada permanente de la violencia y la destrucción.»

viernes, 25 de marzo de 2011

Anarquía y Apocalipsis

Por Charles Scriven
(http://yoestoyalapuerta.blogspot.com/
)

A la espera de poder leer y valorar personalmente el libro de Osborn, ofrezco la traducción del artículo The Blueprint Controversies…Please!, del 1 de febrero de 2011. Se ha añadido un enlace. Esta traducción se publica también en Café Hispano (Spectrum). Jonás Berea.
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El campo visual de la “nueva” vieja devoción está incompleto.

Las publicaciones oficiales muestran sin lugar a dudas que la vieja devoción propia del periodo comprendido entre los años 20 y primeros 60 está reforzando su dominio sobre la cultura adventista. Avivada por frases hechas (palabras como “ferviente”, expresiones como “reavivamiento y reforma”, frases como “¿Cuántos de vosotros creéis que estamos viviendo en los mismísimos últimos días de la historia de este mundo…?”), esta devoción es positiva en alguna medida. El reavivamiento es bueno. La reforma es buena. Son buenos un sentido de urgencia en relación con los tiempos, y una desconfianza hacia lo meramente popular (asuntos ambos centrales en la predicación del pastor Ted Wilson).

Pero la devoción de los años 20-60 nunca llevó hacia la visión moral de Jesús y los profetas, y los herederos de esa devoción no son conscientes de cómo esa visión moral se encarnó en el testimonio de los pioneros de la iglesia. Incluso los dirigentes de la iglesia, por lo visto, han olvidado la historia de los pioneros adventistas.

Anarchy and Apocalypse (Anarquía y Apocalipsis) es una de las diversas fuentes disponibles para recuperar la historia. Pero al margen de cuánto conozca uno ya, emprender el viaje que Ron Osborn propone aquí le puede suponer un gran esfuerzo: ofrece una visión radical situada en el contexto de otras visiones radicales, y difiere significativamente de lo convencional en el adventismo.

El libro quizá te sorprenda, pero seguro que te convence de que el debate sobre nuestro legado merece una posición destacada en el seno de nuestra iglesia. Cuando adventistas influyentes, tanto entre los laicos como entre los ministros ordenados, asumen que su posición (aunque ignore rasgos muy importantes de nuestra historia) es la correcta, lo menos que podemos hacer es dirigir una nueva mirada a nuestro legado. Y una cuestión relacionada con esto sobre la que debemos insistir es si el mejor proyecto para el adventismo del futuro es el adventismo de los años 20-60, o el adventismo de los pioneros.

Nadie puede afirmar de forma convincente que son lo mismo. Cuanto más sabemos sobre los pioneros, menos en sintonía parece el adventismo contemporáneo (me refiero a la interpretación dominante sobre quiénes somos) con el adventismo original. Muchas palabras y frases de uso común hoy proceden de Elena White, pero representan sólo un aspecto de su visión. Es más, dejan a un lado gran parte de la sustancia real de la Escritura.

El libro de Osborn es una razón más para saber que esto es verdad. El autor, un estudiante de doctorado en la Universidad del Sur de California infatigablemente curioso, ha recopilado aquí una variada gama de ensayos, la mayoría breves y siempre provocativos. Tratan sobre la historia del adventismo, el pacifismo de Bonhoeffer y el discurso de aceptación del Premio Nobel de Barack Obama (fallido, según Osborn). Ofrecen una interpretación sobre la política en ambos testamentos de la Escritura, analizan varias lecturas de la Ilíada de Homero, exploran las reflexiones de Elie Wiesel sobre Dios y el sufrimiento humano. Pero el tema central, en cualquier caso, es nítido y fascinante: Dios, la política y la violencia.

Aunque Anarchy and Apocalypse está dirigido a lectores de lo más variado, el uso ilustrativo de la historia adventista por parte de Osborn hace que el libro sea especialmente indicado para nosotros. Osborn reivindica que nuestros antepasados ejemplifican expresiones de la fe cristiana tan profundamente admirables como (algo más tarde) profundamente preocupantes.

Cualquiera que considere el adventismo políticamente insulso puede ser excusado por ello: no hace tanto tiempo, la Review and Herald editorializaba contra (!) la participación en el Movimiento por los Derechos Humanos. Pero en este libro encontramos el argumento de que, lejos de ser insulsos, los pioneros adventistas eran más radicales en política que Henry David Thoreau, o que el posterior y ahora más conocido Martin Luther King.

Los pioneros eran “disidentes políticos”. Su presunto “apoliticismo” era en realidad un desafío a los poderes establecidos, un desafío comparable –argumenta Osborn– al famoso punto de vista “anarquista” por el que Noam Chomsky es famoso hoy. Los pioneros se alinearon con el abolicionista William Lloyd Garrison y promovieron la resistencia contra la Ley Estadounidense de Esclavos Fugitivos. Rechazaron llevar armas y protestaron contra el imperialismo durante la guerra de Estados Unidos contra España. Es más, apoyando a Elena White defendieron una pasión, no sólo por la libertad individual, sino también por la “justicia distributiva basada en la teología del Jubileo sabático”. Elena White declaró –sus palabras son contundentes como un mazo, o así lo parecen hoy– que las leyes de Dios “estaban diseñadas para promover la igualdad social”.

Durante la vida de la señora White, la visión de los pioneros no fue de modo alguno singular y uniforme. Como señaló Jonathan Butler en 1974 (siendo estudiante universitario), la relación de los adventistas con la república estadounidense pasó por varias fases. Pero estas fases tenían en común su sabor “anabaptista” o de “Reforma radical”: la afirmación de Osborn de que los primeros adventistas se veían a sí mismos “en tensión fundamental con la sociedad y el estado” está totalmente justificada.

Pero todo esto cambió. En un capítulo sobre “La muerte de una iglesia de paz”, el autor señala cómo desde el momento en que Elena White murió en 1915, “el ethos anabaptista de la primera iglesia fue rápidamente minado”. Para el tiempo de la Guerra del Vietnam se había producido “un espectacular giro en la identidad histórica del adventismo”. El adventismo se había desplazado desde el testimonio profético a un tipo de patriotismo cómplice. Esperamos que algún día llegue la persecución por parte del estado, pero mientras tanto nos sentimos cómodos con el nacionalismo del día a día.

La voz profética es hoy apenas un suspiro. No es que, por supuesto, toda esa tradición adventista esté muerta. El llamado actual al reavivamiento y a la reforma se hace eco de llamados anteriores, incluido el del que fue presidente de la Asociación General hace unos cuarenta años, Robert Pierson. La que está muerta, o al menos moribunda, es la tradición adventista anterior a 1915. En lo que se refiere a testimonio auténticamente profético, a la mayoría de los adventistas la visión anterior les parece como polvo de tiza, borrado hace tiempo de la pizarra de la memoria.

Quizá no tanto. Roy Branson y sus alumnos, el historiador Doug Morgan (en quien se apoya el autor de Anarchy and Apocalypse), y ahora Ron Osborn, una joven voz profética, se alzan para confrontar el aparentemente irresistible deslizamiento del adventismo hacia una forma de devoción superficial y de algún modo tranquilizadora. Para los lectores adventistas, el libro de Osborn es, de hecho, un llamado a desterrar el olvido, y a considerar si una “fe” que se siente cómoda con el actual orden político se puede considerar adventista en absoluto.

El último capítulo del libro (el más largo) comienza con un epigrama de Abraham Joshua Heschel: “La señal de Caín en el rostro del hombre ha conseguido eclipsar la semejanza a Dios”. Este diagnóstico surgió de la vergüenza y la consternación de Heschel ante la Shoah en la Alemania nazi, los pogromos de la Europa del este y muchos otros legados sangrientos del siglo XX. La imagen de Dios, venía a decir, ha sido mancillada hasta tornarse la señal de un asesino. (Los lectores adventistas informados no pueden pasar por alto cómo este lenguaje conecta con el de Elena White, quien por supuesto vio la obra de la redención como una restauración de la imagen divina que Satanás había logrado “corromper”).

El capítulo prosigue planteándose la verosimilitud de la justicia divina ante el sufrimiento humano. Principalmente a partir de la reflexión sobre los escritos de Elie Wiesel, Osborn desarrolla el argumento de que los esfuerzos para defender a Dios en este asunto mediante medios racionales, en última instancia son fallidos. Sugiere, de hecho, que esos esfuerzos son en realidad “demoníacos”.

¿Cómo puede ser? Nunca se pueden enfrentar del todo las objeciones a la justicia de Dios, lo cual es bastante malo. Y lo que es peor, los argumentos (aunque viciados) que parecen resolver la cuestión nos invitan a sentirnos demasiado a gusto con cómo son las cosas. Como escribe Osborn: “Si somos capaces de explicar la Shoah, somos capaces de aceptarla”.

Todo esto puede darse por no encontrar “respuestas” en la Escritura, sólo gritos (desde la fe) de frustración e ira. A fin de cuentas, uno puede convivir con aquello que puede aceptar. Para la mente bíblica, la verdadera humanidad significa rechazo –un rechazo total e inequívoco– de la aceptación, la resignación, la pasividad. Para que la imagen del Creador sea restaurada en nosotros, cualquier retirada escapista o irresponsable debe evaporarse por completo. Para reflejar la imagen de Dios, Osborn sugiere que los seres humanos deben defender la vida humana, y protestar cuando la “santidad” de la vida sea “violada”.

Si nuestra semejanza a lo divino es “borrada casi por completo” –una expresión que tomo de Elena White–, es difícil defender a Dios: ¿Dónde se hallará la imagen divina? ¿Cómo defender este caso? Ésa es la razón por la que, en un mundo violento en el que la marca de Caín oscurece la imagen divina, no es sorprendente el “eclipse” de Dios (así lo llamaba el filósofo judío Martin Buber).

Lo que ocurre, en parte, es que Dios (como propone Martin Buber y destaca Osborn) simplemente hoy guarda silencio; en la Biblia hebrea, escribe Buber, “el Dios vivo no sólo es un Dios que se revela, sino también un Dios que se oculta”.

Ése es un pensamiento difícil, pero, en cualquier caso, los eclipses son temporales. Y si la luz divina puede volver a emerger, quizá lo haga a través de la reaparición de la imagen divina. Osborn así lo insinúa, y ello es digno de consideración. Si la “obra de salvación” –otra expresión que tomo de Elena White– de algún modo restaura la imagen de Dios en nosotros, el que abracemos esa salvación podría contribuir a repeler las tinieblas. Dios de algún modo debe ser tangible, y ¿qué mejor manera de hacer a Dios tangible que por medio del amor divino hecho visible en nosotros?

La pasividad, por lo visto, es la máxima traición a Dios. Cuando nuestro testimonio ya no es “profundamente subversivo” contra los poderes dominantes (contrarios al amor), ya no merece el nombre de testimonio cristiano. Pero tan pronto como relacionas las palabras de Elena White sobre la restauración de la “imagen” de Dios con la lucha de nuestros pioneros por ser una verdadera “iglesia de paz”, te das cuenta de repente de que la historia del adventismo proporciona el impulso para dar un testimonio que sea realmente importante: nos puede motivar a un amor radical (y por tanto bien visible y potencialmente persuasivo).

Pero tienes que recordar la historia.

El pastor Wilson, en su sermón de diciembre a la Generación de Jóvenes para Cristo, se quejó de que haya quienes piensan que la obra de Elena White “podría tener cierto valor devocional”, pero por otro lado la ponen en entredicho por tener una “perspectiva limitada al siglo XIX”.

Como todo autor del Nuevo Testamento sabía –y todos nosotros debemos saber–, la fidelidad a una tradición viva no consiste en una reproducción mecánica de la misma. Los pioneros crecieron en comprensión, de modo que una simple vuelta atrás es una traición. Aun así, el pastor Wilson tiene razón en que si reducimos a Elena White (o a los pioneros en general) a un estatus meramente “devocional”, la marginamos y traicionamos su legado.

La ironía es que, con su fracaso en comprender la historia completa del adventismo primitivo, son los propios defensores de la devoción de los años 20-60 quienes están marginando la visión adventista propia del siglo XIX. Pero por supuesto todos nosotros cargamos al menos con alguna responsabilidad por haber perdido la conexión con nuestros predecesores. Si realmente quisiéramos un reavivamiento y una reforma, todos estaríamos tratando de solucionar el problema.

Con ese libro, Ron Osborn ha ofrecido una contribución magnífica y maravillosamente provocativa a ese fin.

Anarchy and Apocalypse está publicado por Wipf y Stock/Cascade Books y puede solicitarse aquí.